Novelas en capítulos y cuentos cortos

viernes, 25 de marzo de 2016

CAMINO DE SANGRE Y...ROSAS, Cap 34

"Y ya me hizo relumbrar
 por los ojos el cuchillo,
 alcanzando con la punta
 a cortarme en un carrillo..."  José Hernández


Continuaron su trayecto hacia el norte del país. Tomaron por la Cuesta del Portezuelo, siendo obligatorio escalar la sierra de Ancasti. Bellos panoramas los escoltaron hasta llegar al pueblo de Ipizca, en la provincia de Catamarca. Allí los aguardaba Eulalia de Vildoza.
En una de las postas, cambiaron la yegua de Lourdes por una mula. "Estos animales son más aptos para escalar", les aconsejó un gaucho entendido.
A medida que subían , el camino se estrechaba. Rafael montaba delante de Lourdes. De tanto en tanto, giraba encontrándose con la sonrisa deslumbrante de Lourdes. Rafael se perdía en los ojos de su mujer, tan verdes como el follaje que los envolvía.
Las mulas se movían seguras a través del sendero serpenteante, aunque lentas y con paso desparejo.
Moro, el caballo de Rafael, las precedía altanero.
En un momento, el camino los obsequió con curvas cada vez más cerradas. Al bajar la temperatura, Lourdes se abrigó con un colorido poncho de lana de vicuña, presente de Clara Oliva.
Cordones de autóctonos molles, algarrobos y lapachos matizaban el paisaje con tonos ocres y rosados.
Luego de un arduo ascenso por fin llegaron a Ipizca. El viento, molesto, soplaba constantemente.
Un changuito rezagado que conducía un rebaño de cabras, los guió encantado de haberse encontrado con forasteros, hasta el campo de Eulalia.
La casa vetusta, poseía una galería que daba a un jardín en el que abundaban árboles frutales. A lo lejos se levantaban algunos corrales de piedra negra. Una vertiente del río del Valle, rica en pejerreyes y percas, bañaba la propiedad de Eulalia.
Los anfitriones los esperaban. Eulalia se acercó con elegancia a la pareja y los saludó cariñosamente. Lo mismo hizo Domingo, el marido de Eulalia. Todos juntos se dirigieron al comedor, donde los esperaba una exquisita cena.
Disfrutaron de un delicioso guiso de cabrito acompañado por un crujiente pan de maíz. Una fuente de naranjas dulces y jugosas, completó el placentero festín.
_ ¿Cómo anda Mercedes? Supongo que más tranquila ahora que Lorenzo está a salvo en Montevideo - se interesó Eulalia.
_ Así es. La verdad es que pasamos tiempos de muchos sobresaltos.
_ Rafael, usted se jugó la vida al rescatar a Lorenzo del cuartel de Santos Lugares _ expresó admirado Domingo.
_ Estoy preocupado por un amigo, sin su ayuda no lo hubiera logrado_ suspiró afligido.
_ Tranquilo muchacho, seguramente su amigo estará a buen resguardo. Ahora lo importante es que puedan llegar cuanto antes a Bolivia. La cerca se cierra, Rosas está furioso con todos los que se oponen a sus órdenes. No sé si sabrán que una joven de Buenos Aires, Camila O'Gorman, huyó con el cura párroco de la iglesia que frecuentaba...
_ Sí, ¿los encontraron? _ se alarmó Lourdes.
_ No, pero Rosas desplegó un rastrillaje riguroso para dar con el paradero de los prófugos. Dicen que la aristocrática sociedad porteña está escandalizada con este hecho, los tildan de herejes.
El corazón de Lourdes se aceleró. "¿Qué será de ellos?, ¿qué será de nosotros?", reflexionó consternada.
Tres días después partieron al amanecer cargados de provisiones y buenos augurios. San Miguel de Tucumán era su próxima meta.
Un bosquecillo de chañares les ofreció un buen refugio para hacer noche. Sobre un acolchado de hojas secas, extendieron los quillangos. Lourdes se durmió enseguida, en cambio Rafael permaneció vigilante. Algo lo molestaba y lo mantenía inquieto.
Pasos sigilosos, respiración contenida y de repente...¡Santa Coloma! No estaba solo, tres más lo observaban con fiereza. Rafael se alarmó, pero al fijar su vista en Lourdes que dormía serenamente, la sangre le hirvió de ira.
"¡Malditos bastardos!No permitiré que nos hagan daño", pensó desafiante.
_ Santa Coloma _ escupió el nombre.
_ ¡Ajá! Nuevamente se cruzan nuestros caminos y esta vez no te me vas a escapar.
_ ¿El padrino te ordenó espiarnos?_ dijo con la voz quebrada.
_ El mesmo, lástima que me haiga pedido que no lo mate. Sí...es una gran lástima. Me salgo de la vaina por clavar mi facón en tus tripas, aunque pesándolo bien... sobre ella no me dijo nada._ se rió con malicia y con la punta de la bota le pateó la pierna a Lourdes, que despertó con un grito de horror.
_ A ella ¡no!, ¡mierda!_ ahí mismo desenfundó el facón dispuesto a dar pelea.
Santa Coloma era un experto "visteador", es decir,  de vista y reflejos rápidos; dueño de un buen acopio de mañas y de un gran dominio de emociones.
Rafael, por su parte, no se quedaba atrás en la pericia de la esgrima criolla. Con las piernas bien afirmadas y el torso algo quebrado, trataba de llevar a Santa Coloma hacia las imperfecciones del terreno para que al trastabillar le pudiera "entrar".
Comenzaron a danzar al compás de la muerte. Unos puntazos se atajaban; otros se desviaban, ya sea con el facón o con el brazo cubierto con un poncho.
Lourdes, expectante, rezaba.
Gracias a un descuido, Santa Coloma, se tropezó con una raíz de chañar y cayó al suelo. Rafael aprovechó la situación y se le tiró encima. Con una mano le aplastó el brazo armado y con la otra le apoyó la punta del facón en la garganta.
Los otros mazorqueros, testigos de la riña, apuntaron con sus trabucos a Rafael.
_ ¡Retírense!¡No se metan, carajo! Esto es entre esta mierda y yo _ les ordenó Santa Coloma.
_ Se acabó hijo de puta. Volvete para Buenos Aires y decile al padrino que nos deje en paz.
_ Yo no soy tu mandadero, imbécil. Soltame, me voy pero antes... Te dejo este recuerdito _ con una habilidad increíble liberó el brazo y con agilidad le clavó el facón entre las costillas. De un empujón se lo quitó de encima, dejando a Rafael tirado en el barro.
_ Dale mis saludos a San Pedro...¡Ah! y también a tu amiguito Santibañez que estará ardiendo en el infierno por traidor._ con una carcajada siniestra desapareció entre las sombras de la noche junto a sus secuaces.
Lourdes corrió desesperada hasta Rafael. Al tocarlo, su mano quedó cubierta de sangre, caliente y pegajosa. Gritó impotente. ¿Qué hacer? Sola y en la oscuridad.


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