Novelas en capítulos y cuentos cortos

miércoles, 27 de julio de 2016

ALAS PARA UNA ILUSION, Cap 30

"En lo aberrante encontramos deleite y placer, en lo más detestable. Cada día descendemos un paso al infierno, sin horror, entre tinieblas que apestan".  Charles Bodelaire



Desde la tarde en que Renzo vio como su hermano avanzaba sobre Lupe, el lobo que habitaba en su espíritu intensificó el instinto predatorio.
"Ella es mia, ¡carajo!, sólo mía. Soy capaz de matarte Arturo si te atreves a interponerte entre nosotros", rumió desaforado.
A partir de ese momento suspendió todos los viajes repentinos y las salidas nocturnas.
La sonrisa volvió a florecer en el rostro de Lupe y Arturo regresó a las sombras, pero siempre alerta a los cambios de ánimo de su hermano. Lo conocía bien y tenía la certeza que el milagroso cambio no duraría mucho.
Temía por Lupe, los gustos sexuales de Renzo podrían dañarla si bien hasta el momento parecía ir todo tranquilo entre ellos.
_ Prométeme que no la someterás a tus juegos pervertidos _ lo enfrentó con furia una semana antes de la boda.
_ No te metas, Arturo _ respondió con tranquilidad mientras encendía un cigarrillo.
_ Me meto todo lo que quiera, sabes que la amo...
_ Ella me eligió ¡a mí! _ gritó perdiendo todo rastro de serenidad.
_ Pero eso no significa que no me preocupe por ella....¿¡que mierda fumas!?
_ Marihuana, me la trajo Quintino de Estados Unidos.
_ Habíamos acordado en que abandonarías la droga. ¡Se acabó Renzo! Ahora mismo le cuento a mamá ¡todo!, y cuando digo todo me refiero a tus aberraciones sexuales y a la cocaína _ se exasperó.
Renzó lo aferró con fuerza de un brazo impidiéndole salir de la habitación.
_ ¡No dirás absolutamente nada! Si lo haces mi lengua se dispararía y quedaría al descubierto tu secreto mejor guardado..._ su carta de triunfo ya estaba echada.
_ No serías capaz _ suplicó
_ Claro que sí _ y exhaló el humo en el rostro de Arturo.
La oscuridad descendió sobre Arturo. Habían pasado dos años del suicidio de Perla Leguizamón, una joven de apenas dieciseis años, y aún hoy su fantasma lo perseguía culpándolo. Él, aprovechándose de su inocencia, la persiguió hasta que ella finalmente cedió y se entregó. Aburrido, la hizo a un lado. Perla, avergonzada, no insistió hasta comprobar el embarazo. Lo buscó en el club de equitación que solía frecuentar Arturo. Lo enfrentó con la verdad y él se rió. "¡Embustera!, ese hijo no es mío", le gritó desentendiéndose de la situación. Ella desapareció llorando. Fue la última vez que la vio con vida.
Al notar la aflicción de su hermano, Renzo respiró aliviado. "Pasó el peligro", pensó saboreando la victoria.
_ Me has vencido como siempre. Continuaré siendo tu cómplice, pero te ruego, no lastimes a Lupe.
_ Nunca, aunque te cueste creerlo, yo la amo.
Al alejarse, Arturo lo escuchó decir:
_ Hace tiempo dejé la cocaína _ mintió y Arturo lo intuyó.
Esos funestos recuerdos mantenían intranquilo a Arturo. Entre ellos había secretos y trampas, pero traición, ¡jamás! El nunca traicionaría a su hermano mayor. Dio un paso al costado, pero no dejaría de estar en guardia. Lupe necesitaba su protección.
Esa noche cenaron los tres solos.Conversaron distendidos sobre los negocios de la familia y sobre el viaje de Ana. A la mañana había llegado una carta donde les contaba lo maravilloso que la estaba pasando.
 Lupe estaba radiante y Arturo notó con tristeza como esos ojos, dos zafiros exquisitos, le declaraban su amor a Renzo.
Cuando su hermano comenzó a besarla, él se retiró taciturno.
_ Subamos _ le susurró al oído.
_ ¿No quieres postre Renzo? Jacinta te ha preparado tarta de manzana.
_ Tú serás mi postre _ la tomó de la mano y subieron corriendo las escaleras hasta el dormitorio.
Cerró la puerta con llave y con la mirada cargada de deseo se acercó a ella. "¡Tan etérea, tan mía!", se repetía.
Ella se perturbó cuando él le arranco el vestido rasgando la seda tornasolada del escote a la cintura.
La desnudó sin delicadeza. La piel arrebolada de Lupe lo excitó aún más.
_ ¡Acuéstate!_ le ordenó _ y cierra los ojos.
Ella obedeció confiada. La pasión vibrando en su cuerpo.
Renzo le vendó los ojos con un pañuelo de gasa.
Ella rió nerviosa.
Luego, de un cofre que escondía en el armario, extrajo unas burbujas de cristal... ventosas que le fue aplicando en los brazos, piernas y vientre.
_ ¿Qué haces? _ se asustó.
_ Quieta, verás cuánto te gustará, no temas_ y la calló con un beso vehemente.
Las ventosas atrajeron la sangre sobre la superficie aumentando la sensibilidad de la piel. Lupe esperaba ansiosa sintiendo el aliento tibio de Renzo en su pubis.
De repente, él comenzó a quitar una a una las burbujas. El dolor era mínimo, pero suficiente para estremecerla.
A ciegas, experimentó como un agradable cosquilleo la recorría por entero deteniéndose por momentos en sus zonas más sensibles. Con una pluma Renzo la acariciaba tratando de dominar su impulso salvaje. Ansiaba pellizcar y morder la carne tentadora de su mujer.
_ ¡Renzo! _ suspiró embelesada llegando al orgasmo.
Pero él, sabiendo que en cualquier momento sucumbiría a sus apetencias aberrantes, se vistió con presteza y huyó del dormitorio.
_ ¡Renzo!...¿Renzo? _ intrigada se quitó la venda y se descubrió sola.
"Renzo, amor, ¿qué hice mal?", y un llanto amargo brotó desde sus entrañas.





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