Novelas en capítulos y cuentos cortos

viernes, 25 de noviembre de 2016

ALAS PARA UNA ILUSION, Cap 48

"Querían hablar, pero no pudieron;
 había lágrimas en sus ojos.
 Ambos estaban pálidos y delgados;
 pero aquellos rostros pálidos estaban iluminados
 con el amanecer de un nuevo futuro".                      
Fiódor Dostoyevski


Marzo de 1946

Las luces, gradualmente, fueron apagándose. El pesado telón de terciopelo borgoña, lentamente, fue levantándose.
En el centro del escenario, un haz de luz iluminó a la solista. Bella y etérea, enfundada en un vestido ajustado de seda blanca, parecía una valquiria, una diosa guerrera.
Desde pequeña conoció el sabor amargo de la lucha por  la supervivencia. Batalló sin tregua, sufrió terribles pérdidas, derramó lágrimas de sangre, pero finalmente venció.
"Mía, ella es mía", suspiró Arturo que observaba a Lupe desde el palco principal.
Gradualmente, una luz suave fue corporizando a los demás integrantes de la orquesta.
Un "allegro" quebró el silencio. "Las cuatro estaciones" de Vivaldi  estalló en la sala. La Primavera cobró vida con el canto de los pájaros, el murmullo de las fuentes y el susurro de las plantas.
De repente, llegó el Verano invitando a la danza. Otoño e Invierno se sucedieron dejando una estela de lluvia y frío.
Lupe, en un solo magistral haciendo gala de su destreza con el violín, llevó la imaginación de la audiencia a evocar la fuerza del viento y la violencia de la tormenta. Nadie como ella para interpretar el magnetismo de las composiciones del genial Prete Rosso.
Al concluir la sinfonía,el público de pié, estalló en una calurosa ovación.
Mientras se repetían los "¡Bravos!", las miradas de Lupe y Arturo se cruzaron y un juramento de amor los unió.
En ese momento cientos de recuerdos golpearon la memoria de Lupe: su infancia, la tristeza de su madre, la sonrisa de Lina, la lobreguez del orfanato, la bondad de la hermana Elisa y la crueldad de la Directora, sus amigas del alma: Pecas, Lola, Josefina y Mariela, perdidas en el tiempo; Ana, su segunda madre; la muerte misteriosa de Lina; Renzo, su primer amor, un amor destructivo; su paso por la cárcel y... Arturo, su salvación.
El público la aclamaba y ella sólo tenía ojos para él. Aún sentía el calor de su cuerpo al estrecharla cuando el juez la declaró inocente.
"¡Libre, eres libre, mi amor!", gritó haciéndola girar ante la risa de Ana.
Al día siguiente la liberaron. Arturo la esperó a la salida del correccional. El encuentro la hizo temblar. "No me sueltes Arturo, no me sueltes", gimió al sentir la tibieza de sus brazos, "sólo así me siento segura".
Ana los esperaba ansiosa. La recibió con alegría aunque Lupo supo ver en la mirada de aquella mujer a la que tanto debía una sombra de dolor: Renzo.
Luego del almuerzo, cómodamente sentados en el amplio salón, conversaron distendidos saboreando un aromático café y fue en ese momento que Arturo frente a su madre y a don Cosme le propuso matrimonio.
_ Juntos iniciaremos una nueva vida. Te amo Lupe y amo a este hijo también _ dijo poniendo su mano sobre el vientre apenas abultado.
Lupe rió y lloró, todo a la vez. Era feliz, sumamente feliz.
_ Mi amor, no llores. Por favor, no llores..._ le suplicó Arturo.
_ Lloro de felicidad, Arturo, pero debo ser sincera, sólo una pena empaña esta enorme felicidad _ dijo inclinando la cabeza y ocultándole la mirada.
_ ¿Qué es? _ se afligió Arturo.
_ La muerte de Lina. No llego a comprender como sucedió, en la cárcel me propuse no buscar venganza, pero me cuesta tremendamente. No lo acepto, Arturo, ¡es una maldita injusticia!_ la impotencia la exasperaba.
_ Lupe, pensé no decírtelo, pero debes saber la verdad. Prométeme que lo tomarás con calma, piensa en mi nieto _ Ana decidió romper el juramento que le había hecho a la Priora Concepción. "¡Qué derecho tiene esta monja de mantenerme en silencio! Ella debe saber la verdad sobre la muerte de su hermana", pensó contrariada.
_ ¡Habla Ana!, ¿qué sabes? _ se ofuscó.
_ Un mes atrás _ comenzó Ana _ recibí una nota de la Priora Concepción en donde me decía que le urgía hablar conmigo. Sin perder tiempo, esa misma tarde me presenté en el convento. La encontré angustiada y podría afirmar que con miedo también.
"Señora Gamazo", me dijo, "la cité porque debo aliviar mi conciencia. Debo confesar que la muerte de la hermana Catalina no fue un accidente sino un asesinato".
Lupe dio un respingo al escuchar semejante declaración.
"¡Cómo!¿Quién? Sí, fue la hermana Milagros...esa perra", se exaltó.
Arturo, tan abrumado como Lupe, sólo atinó a abrazarla, a contenerla.
_ Sí, Lupe, la hermana Milagros empujó intencionalmente a Lina por la escalera.. Lo hizo para callarla, para que no revelara un secreto de la Orden.
_ ¿Qué secreto?
_ No lo sé. Por más que la presioné no pude sonsacarle absolutamente nada _ dijo decepcionada.
Lupe escuchaba rígida y cada palabra de Ana era una flecha que se clavaba en su corazón.
_ Esa mujer debe ir presa, ahora mismo la denunciaré _ dijo con templanza asombrando a todos.
_ Espera Lupe, aún no acabé mi relato. Una de las novicias encontró a la hermana Milagros ahorcada en su habitación. Se suicidó.
Lentamente, una sonrisa de triunfo fue dibujándose en el rostro de Lupe.
_ Dios ha hecho justicia _ afirmó satisfecha _ Igualmente demandaré a las monjas del convento, el secreto que mantienen bajo siete llaves debe ser develado, la policía se encargará de ello, se lo debo a Lina _ se propuso con firmeza.
Pasaron dos meses hasta que finalmente la policía descubrió el secreto de "las Magdalenas". Fue un verdadero escándalo a nivel nacional. Las editoriales de todos los periódicos condenaron la infame conducta de las religiosas del convento "Santa Teresa". Las jóvenes fueron reubicadas en distintos centros de asistencia social donde recibieron contención y ayuda médica.
La Priora fue destituida por una orden enviada desde la casa matriz ubicada en Roma y la hermana Corina fue designada para ocupar su lugar.
Los aplausos ensordecedores la trajeron al presente disipando los recuerdos que se atropellaban en su mente.
Buscó con la mirada a Arturo. Allí estaba él, su marido, su sostén. Se sonrieron cómplices prometiéndose una noche de amor.
Ana no había asistido a la función porque prefirió quedarse en la casa cuidando y mimando a su adorable nietecito, la debilidad de Lupe.
El director de la orquesta se acercó a Lupe con un ramo de flores. Ella se paralizó. ¡Camelias blancas!
Las palabras tiernas de Lina que escuchó en su sueño la golpearon: "Las camelias florecen en invierno alegrando esos días grises y nostálgicos. Tú eres esa camelia, Lupe. No te desanimes, florecerás venciendo la maledicencia que te rodea. Ten fe, serás feliz, yo te lo auguro. Siempre estaré unida a ti, siempre, hermanita".
Lupe apretó contra su pecho el ramo de camelias. "Queridísima Lina la muerte no nos separó. Tu estás dentro de mi alma, en mi sangre, en mi memoria. Tú y yo somos una venciendo a la muerte".




                                                                   FIN


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