Novelas en capítulos y cuentos cortos

sábado, 20 de febrero de 2016

CAMINO DE SANGRE Y...ROSAS, Cap 23

"Caprichos del destino, 
 deseos del futuro vecino
 aquel que acaricia la balanza,
 que resolverá la adivinanza de la vida,
 el acertijo del que no hay huída".  Nerea Nieto.



Tina buscó a Lourdes por toda la casa. "¿Dónde se habrá metido esa criatura?". Se le ocurrió entonces echar un vistazo en el dormitorio de Consuelo. Acertó. La puerta estaba sin llave. La encontró ovillada sobre la cama sosteniendo contra su pecho la muñeca de porcelana de su madre.
Tenía los ojos cerrados, pero no dormía; el cabello, como una mantilla dorada, le cubría la espalda. Su respiración, serena. De tanto en tanto, se secaba una lágrima traviesa con el dorso de la mano.
Tina se acercó silenciosamente.
_ Lourdes, querida, debes comer _ le acarició la cabeza con cariño. Estaba preocupada, desde su llegada no hablaba y apenas se alimentaba. Entre ella y Mercedes, a duras penas, pudieron arrancarle el por qué de su dolor: la traición de Rafael.
_ Basta de llorar. Sabes que te quiero como si fueras mi hija. Consuelo fue mi única amiga, la amiga que me contuvo en el momento más amargo de mi vida. Recuerdo que me repetía: "Por muy larga que sea la tormenta, el sol vuelve a brillar entre las nubes".
_ ¡Ay Tina!, Rafael destruyó el amor que sentía por él. No confió en mí, me pagó con engaños.
_ Tuvo miedo, pensó que no lo comprenderías _ trató de justificarlo aunque sin entender por qué lo hacía.
_ Supuso mal _ dijo resentida.
_ No seas tajante, niña, quizás en este momento esté arriesgando su vida por salvar a don Lorenzo.
_ ¿Por qué lo defiendes, Tina? Es un mentiroso y lo odio.
Lourdes estalló en un llanto amargo.
_ Querida, me duele verte sufrir. Ya verás, todo se arreglará.  No pierdas la esperanza porque aunque sufras, tener esperanza es en sí una dicha.
_ Tina, ¿has querido mucho a mi madre, no? _ en ese momento Lourdes recordó las palabras de Consuelo: "Tina siempre estuvo a mi lado. Tina, mi gran amiga...mi única amiga".
_ Muchísimo. Antes de morir me hizo prometer que siempre te protegería.
_ Tina, nunca me has contado tu historia.
_ Si me regalas una sonrisa, te la voy a confiar. Pero antes, come algo. Mira, Tomasa te ha preparado estas empanadas de carne y una deliciosa mazamorra con canela.
Tina la ayudó a incoporarse; le acomodó unos almohadones de terciopelo azul en la espalda y le acercó una bandeja de plata con el refrigerio. Comió sin ganas.
_ Mamá, en su diario, me reveló que tu historia es muy triste, así que si te hace daño recordar...
_ Shhh...deseo contarla porque es una manera de renovar mi esperanza.
Tomadas de la mano, Tina comenzó su relato.
Allá por el año viente, mi marido recibió la propuesta de trabajo que siempre soñó. Él era maestro y enseñaba en el pueblo en el que vivíamos con mis padres. La escuela era un rancho que apenas se sostenía en pie. Poco después de casarnos, los niños dejaron de asistir. Los mayores debían ayudar en las tareas del campo y los menores, en las tareas del hogar.
Defraudado por la incomprensión y el desinterés de los padres, Pedro, mi marido, cerró la escuela y se dedicó a la alfarería.
Le gustaba modelar la tierra arcillosa, pero enseñar...amaba enseñar.
Recuerdo que se levantaba con el canto del gallo y entusiasmado preparaba los materiales que necesitaba para la confección de platos, ollas y fuentes que le encargaban nuestros vecinos.
En la última Navidad que festejamos en familia me regaló un nacimiento bellísimo. ¡Él mismo lo pintó! Era un artista.
Una vez al mes se realizaba una feria en la plaza del pueblo. Su puesto era el más visitado.
Vasijas de barro, empuñaduras de cuchillos y cabos de rebenque de hueso tallado, los vendía como pan caliente.

Fue un tiempo de dicha, sobretodo cuando descubrí que estaba embarazada.
Pedro nunca se quejaba de su oficio, pero no era feliz.
Por una amiga de mi madre me enteré que en la provincia de Córdoba se requería un maestro para una escuela recién inaugurada.
Sin comentarlo con Pedro, escribí postulándolo. La respuesta tardó, pero cuando la recibí, ¡que grande fue mi alegría! Fue la primera vez que vi llorar a Pedro.
A la semana siguiente, nació nuestro hijo. Lo llamamos Miguel como mi abuelo materno.
Cuando me recuperé del parto nos pusimos en camino.
Don Cosme, el curandero, nos prestó su carreta tirada por dos bueyes viejos, pero robustos. 
Roque, el pulpero, nos regaló un baúl enorme de quebracho que Pedro aprovechó para guardar sus preciados libros. Era un apasionado de la lectura.
Las amigas de mi madre nos prepararon tres cajas de provisiones: quesos, embutidos, carne salada, hogazas de pan y verduras de sus huertas.
Partimos jubilosos. Pedro y yo viajábamos en el pescante de la carreta; Miguelito, cómodo en una canasta detrás nuestro.
A los pocos días de iniciada nuestra travesía sucedió lo inesperado, una fatalidad que cambió nuestro destino...


jueves, 18 de febrero de 2016

CAMINO DE SANGRE Y...ROSAS, Cap 22

"...en tu juego engañoso persistes,
 con un aire de actor del papel, dueño".  Alfonsina Storni



Cuando Cuitiño llegó a su casa se llevó una sorpresa. Suponía encontrar a Rafael alterado y angustiado, sin embargo, lo vio risueño y sereno.
Se reunió con él en la cocina. Estaba tomando unos mates y se deleitaba con unas confituras traídas del Alto Perú.
_ ¡Rafael!¿Usté por acá?_ le preguntó simulando desconcierto.
_ ¡Padrino!¡Que gusto verlo! Por fin estoy de regreso. Y aquí me ve, mimado por esta negra linda que ceba los mejores mates de todo Buenos Aires. Pruebe estos alfajores de Arequipa rellenos de manjar blanco. Sí, sí, son mi debilidad _ lo convidaba mientras se relamía los dedos pegoteados de dulce de leche.
_ Después quiero charlar con usté a solas. Termine de matear y vaya pa' el escritorio, ahí lo espero_  la impaciencia lo traicionaba.
_ Ya terminé, padrino. Lo sigo.
Cuitiño lo hizo pasar y cerró la puerta. El proceder relajado de Rafael lo turbaba. "¿Algo me esconde este mocito?".
_ ¿Qué sucede padrino? Lo noto preocupado.
_ No se haga el idiota y desembuche, ¿dónde estuvo?_ estalló.
_ Con Urquiza. Le di la carta del Gobernador, descansé un par de días y regresé. No me pregunte que decía la bendita carta porque no lo sé. Urquiza tenía un humor de perros.
_ No siga tirando de la cuerda y cante el punto. Sé todo lo que hizo estos días. El Goyo lo siguió.
_ Así que el Goyo me siguió,¿eh? _ Rafael fingió asombro. En varias oportunidades lo pescó husmeando en Dolores.
_ Hable claro pué y no me juegue una manganeta.
_ ¡Y que quiere que le diga, si usted ya está enterado de todo! _ Rafael perdió el control y eso le gustó a Cuitiño.
_ Quiero escucharlo de su boca y quiero conocer las razones, ¡carajo! _ le replicó con exasperación.
_ La cosa es que me calenté con Lourdes Aguirrezabala y la única manera de hacerla mi mujer fue casándome con ella. Mire que lo intenté de mil formas, pero la muy yegua se mantuvo firme defendiendo su tonta virginidad. Usted sabe muy bien como son las niñas de la aristocracia porteña...les gusta el manoseo, nos calientan, pero penetrarlas, ¡nunca! Y yo, padrino, estaba caliente como una pava, necesitaba desahogarme...
_ Lo podía haber hecho con alguna de las putas de  los burdeles de mi amigo Alen, algunas son muy lindas y ¡muy ardientes!
_ ¿Las probó padrino? _ le guiñó un ojo con picardía.
_ ¡Vaya si lo hice! _ se rió quebrando la tensión anterior _ Pero no me cambie de tema, mocito. ¿Por qué carajos se casó con la Aguirrezabala?
_ Visité algún que otro prostíbulo de la calle El Pecado, pero no se me pasaba la calentura. La quería a ella, padrino, ¡sólo a ella!, ¿puede entenderme?.
_ Claro, hijo. Así que el padre Fermín los casó _ concluyó.
_ El muy tonto se creyó una historia que le inventé.
_ ¿Qué historia?
_ Que estaba peleado con usted, que quería cambiar de vida, que estaba locamente enamorado de Lourdes...
_ ¿Y no está enamorado? _ le clavó la mirada con suspicacia.
_ Por supuesto que no. Me saqué la calentura y a otra cosa. La inocentona se tragó mi palabrería . La use y se la devolví a su abuela. La vieja casi explota, hasta me amenazó la muy zorra.
_ ¿Y usté cómo reaccionó? _ preguntó con recelo.
_ Me le reí en la cara. Mire si me va a amenazar justo a mí, el ahijado de la mano armada de Rosas.
_ Parece que el refrán "A corazón ladino, lengua no ayuda", no se ajusta a usté, m'hijo. Usté sí que sabe enlazar a las mujeres. Aunque ahora está casado y eso es un problemón.
_ En absoluto. Antes de marcharnos de Dolores me escurrí en la sacristía aprovechando la ausencia del padre Fermín y arranqué del Libro de Registros el acta matrimonial. La quemé. Testigos, no hay. Así que estoy liberado de todo compromiso _ dijo con tranquilidad.
_ ¿Por qué no confió en mí?
_ No quería mezclarlo en un asunto de polleras intrascendente. Bastante tiene con todos esos unitarios retovados. 
_ ¡Por fin recobré a mi Rafael! _ emocionado lo abrazó con fuerza.
Rafael se mantuvo firme en su papel de hijo pródigo que regresa para continuar la contienda contra los inmundos unitarios, aunque también experimentó una punzada de remordimiento por engañar al hombre que generosamente lo crió. Pero no tenía alternativa, amaba a Lourdes y debía recuperarla y para lograrlo debía rescatar a Lorenzo.
_ ¿Y por acá, alguna novedad? _ preguntó saboreando un excelente jerez que Cuitiño descorchó para celebrar el rencuentro.
_ Ninguna _ mintió _ Me gustaría saber porque se fue hasta Dolores para casarse. El padre Gaeta los hubiera casado sin problemas en Nuestra Señora del Pilar
_ Como le explique antes, no quería testigos. Menos riesgos, más placer es mi consigna _ ocultó sus nerviosismo sirviéndose otra copa de jerez.
_ Puede ser aunque..._ dudó.
_ ¿Desconfía de mí, padrino?_ "Ya no sé que más inventar", pensó agobiado.
Cuitiño era muy sagaz para aceptar semejante historia, por momentos ridícula, pero también quería a Rafael y ansiaba con fervor que su relato fuera verdad. Una traición de Rafael lo destrozaría.
_ Confío en usté Rafa, ¡claro que confío! Bueno, mientras se revolcaba con la Aguirrezabala, encajonamos al tío, Lorenzo Escalante.
_ ¿Por qué razón?_ se interesó manteniendo la calma.
_ Es un unitario traidor que conspira contra el Gobierno manteniendo correspondencia con los exiliados refugiados en Chile y Montevideo. Ya lo tenía entre ojos desde la rebelión de estancieros ocurrida en el sur de Buenos Aires cuando los malditos se resistieron a pagar a la gobernación los derechos de enfiteusis. Por un pelo se me escapó el malparido. Esta vez no lo van a ayudar sus relaciones.
_ ¿Y dónde lo tienen? _ tanteó
_ En Santos Lugares.
_ La Crujía..._ un sabor amargo embargó a Rafael.
"La Crujía", se le daba ese apelativo por el crujir de los huesos de los condenados al ser torturados.
_ Padrino, dejemos de lado ese tema y cuénteme sobre la salud de mamita Pancha. Todavía no la he visto y Jovita no me ha dicho gran cosa.
_ Anda bastante bien, un poco triste desde que usté se jue, pero siguro que cuando lo vea se va a reponer enseguidita. ¿Nunca le haría daño entreverándose con una niña unitaria, no?
_ ¡No, padrino!,¿cómo se le ocurre? Usted y ella son las personas que más quiero _ respondió envarado.
"Eso lo veremos", pensó apenado Cuitiño.



miércoles, 17 de febrero de 2016

CAMINO DE SANGRE Y...ROSAS, Cap 21

"Te cubrirán de sombras. ¡Permanece callado!
 La noche tan clara, se oscurecerá
 y las estrellas no mirarán la tierra,
 desde sus altísimos tronos en el cielo,
 con su luz de esperanza para los mortales".   Edgar A. Poe



Lorenzo estaba devastado. En sus cuarenta y ocho años, jamás imaginó pasar por tan traumática experiencia. Una pesadilla.
Continuaba tirado en el piso boca abajo, una dolorosa puntada no le permitía incorporarse.
_ Siempre quise verlo a mis pies, arrastrándose _ le soltó con rabia y dolor. Cuitiño lo despreciaba.
_ ¿Por qué me odia? _ si bien lo intuía quería que su agresor lo confirmara.
_ ¿Le refresco la memoria? Amparo Leguizamón. ¿Recuerda ese nombre? Fue el amor de mi vida y usté me la robó, maldito miserable.
_ Un amor que ella no le correspondió _ la afrenta encolerizó  Ciriaco. Tomó el palo ensangrentado, con el que momentos antes Santa Coloma había sodomizado a Lorenzo y lo golpeó salvajemente en los glúteos.
_ ¡Cállese! _ los gritos de ambos; unos de furia, otros de dolor, se tejieron resultando una trama dramática.
Cuando calmó su arrebato de cólera, Cuitiño tiró a un lado el palo y con el dorso de la mano secó las gotas de transpiración que corrían por sus mejillas. Miró fijamente a su víctima que respiraba con dificultad.
_ ¡Parese, carajo!¡Unitario marica!
Picado en su orgullo, con esfuerzo sobrehumano, Lorenzo logró ponerse de pie.
_ Pa´ que sepa, a pesar de que nos separaba la posición social, la Amparo me juró amor. Yo la adoraba, pero apareció usté  y ella me abandonó como si juera un perro _ farfulló resentido.
_ Nunca me interesó Amparo, una muchachita egoísta y altanera. Ella me buscaba, me acosaba; yo siempre le huía _ Lorenzo apenas podía gesticular palabra, pero le impelía defenderse.
_ ¡Injurias! Amparo era bella, bondadosa...un ángel y usté la ultrajó, por eso se suicidó.
Lorenzo estaba mareado, necesitaba respirar aire puro. El dolor que padecía era atroz, rezaba por perder el sentido. Se apoyó en una pared, las piernas no lo sostenían.
Cuitiño no reparó en él,  estaba perdido en el pasado.
_ ¡Usté la mató, pedazo de mierda!_ y de repente lo apuntó con el trabuco.
_ ¡Se suicidó! Estaba embarazada de su primo. Se lo confesó a su madre en una carta..._ le gritó asqueado de la situación.
_ ¡Mentira! Usté me la arrebató, la mancilló y dispué se desentendió de ella _ ciego de furia le propinó a Lorenzo una trompada en la boca del estómago cortándole la respiración._ No voy a permitir que su sobrina se burle del Rafael, que lo dañe como usté lo hizo con la Amparo y conmigo.¡Cabo!, llévelo al calabozo. ¡Sin agua y sin pan hasta mañana, carajo!_ las sed de venganza lo cegaba. Quería ver a Lorenzo desollado.
Dos soldados lo arrastraron hasta su celda. Antes de salir de ese lúgubre recinto, Lorenzo descubrió a Juan José Martinez, el que se quejaba de las arbitrariedades del gobierno rosista. Cuatro soldados lo tenían sujeto, mientras un quinto le colocaba un hierro al rojo vivo en la boca. "Este es el escarmiento que recibe todo aquel que habla mal de nuestro Santo Padre Juan Manuel", escuchó decir antes de que se lo tragara la oscuridad.
Se recuperó a la madrugada del día siguiente. A tientas buscó sus ropas desparramadas por toda la celda. A duras penas logró vestirse.
Advirtió horrorizado que Puyol, el preso que conoció inconsciente, ya no estaba en el calabozo. "¿Qué habrán hecho con él?". Pronto lo supo.
El guardia de turno se compadeció de Lorenzo y le alcanzó un plato de polenta desabrida y un jarro de agua turbia.
_ Despacio, compadre, se va a atragantar _ le aconsejó.
_ ¿Qué fue de Puyol?_ se atrevió a preguntar.
_ ¿Quién? Ah, si, el infelíz incapaz de soportar unos cuantos golpes. Lo jusilamos  al amanecer.
"Señor, que termine esta pesadilla, ya no lo resisto", Lorenzo deseó conmocionado.






lunes, 15 de febrero de 2016

CAMINO DE SANGRE Y...ROSAS, Cap 20

"No estás completamente abandonado
 los espíritus de la noche, en la vida, te buscan
 y en la muerte, te rodean".                               Edgar A. Poe



Voces socarronas lo despertaron de manera prepotente. Un soldado le dejó en el piso un cacharro con agua sucia y un mendrugo de pan duro, el suculento desayuno.
_ Te llegó la hora unitario inmundo _ un mazorquero con el rostro picado de viruela y mirada ladina lo pateó con sadismo.
Maniatado y a los tropezones, lo condujo por pasillos estrechos apenas iluminados. Una siniestra sinfonía de quejidos y lamentos le golpeó los oídos. El fuerte olor a heces le provocó arcadas.
Cuando llegó a un inmenso patio inspiró profundamente llenándose los pulmones de aire fresco.
Al adaptar sus ojos a la luz del día, el espectáculo que presenció lo dejó helado. Manuel Zaragosa estaba empalado en el centro del patio. El infeliz colgaba como una marioneta desmembrada sobre un charco de sangre y excrementos. "Y todo por reírse del nombre de unas estúpidas muñecas", pensó escandalizado, "¡Negras soplonas!, ¡negras de mierda!". No pudo frenar el vómito que salpicó al mazorquero.
_ ¡Asqueroso!, mirá que tenés la tripa floja. Caminá o acá mesmo te cago a rebencazos _  a los empujones lo hizo cruzar el patio. Lorenzo estaba mareado, débil, deshidratado...
En una oficina se encontró nuevamente con Cuitiño.
_ Buenos días Escalante, ¿cómo lo atendieron mis muchachos? Por lo que veo, demasiado bien _ se burló ante el lamentable aspecto del prisionero.
_ No se equivoca, la atención es excelente _ la ira comenzó a desplegarse en Lorenzo _ Me gustaría que usted también la probara, es más, me encantaría hacérsela probar yo mismo y con mis propias manos.
_ Ja, ja...Había resultado humorista el señorito. Dudo que tenga esa oportunidá. Mire, le presento al Comandante Antonio Reyes, él está a cargo de este cuartel y ha tenido la amabilidá de permitirme disponer de usté.
_ ¡Hijo de puta!,¿qué pruebas tiene en mi contra? _ lo insultó. Intentó arrojarse sobre él, pero Cuitiño fue más rápido y le propinó una trompada que le quebró el tabique nasal. La sangre comenzó a salir a borbotones. Lorenzo, iracundo,  se limpió con la manga de su camisa
_ Yo no necesito pruebas _ continuó Cuitiño mirándolo con fiereza _  ¡Usté es culpable!. Llévenlo al sótano. Santa Coloma y yo vamos pa' allá en un momento.
Dos soldados, uno de cada lado, arrastraron a Lorenzo hasta la parte trasera del cuartel.
_ ¿El Gobernador sabe que encerraste a Lorenzo Escalante, Ciriaco? Mirá que lo tiene en alta estima _ se preocupó Reyes cuando quedaron a solas.
_ Nada sabe y nada sabrá.
_ Tené cuidado Ciriaco, podés salir perjudicado _ le aconsejó temeroso de salir él también mal parado en ese asunto.
_ No te priocupés. Este es un problema mío y yo lo voy a resolver _ fue terminante Cuitiño.
Se dieron un fuerte apretón de manos y el jefe de la Mazorca con su hombre de confianza, Santa Coloma, se dirigieron al sótano.
Estaqueado, totalmente desnudo, Lorenzo esperaba su hora.
Así lo encontró Cuitiño y una sonrisa sarcástica le iluminó el rostro. A Lorenzo le ardió el cuerpo por la vergüenza, se sintió vulnerable y ese sentimiento lo enfureció.
_ Ta güeno, ta güeno, a ver amigo, sin rodeos, ¿para cuándo está planeado el levantamiento militar contra Rosas?, ¿cuál es el nombre del oficial que encabezará la insurreción? _ comenzó el interrogatorio.
_ Está loco Cuitiño, no sé de que me habla.
_ ¿Qué momento eligieron para asesinar a su Excelencia?, ¿cómo piensan hacerlo? Quiero saber los planes al detalle del Club de los Cinco. ¡Hable, carajo!
_ Le repito, ¡no sé nada! ¡Yo no pertenezco al Club de los Cinco!
_ Parece que esto va a ser más difícil de lo que supuse. A ver muchachos _ llamó a seis soldados que estaban recostados en una de las paredes _ Déjense de cuchichear como mujeres haraganas y empiecen a saltar sobre este hijo de puta para que largue prienda.
Lorenzo se mordió los labios y cerró los ojos. Rezó, "Dios mío dame fuerzas, no me abandones, no me abandones".
Los soldados, de contextura robusta, sin quitarse las nazarenas comenzaron a saltar descarnizadamente sobre los brazos, piernas y pies de Lorenzo.
Sudor y sangre bañaron su cuerpo, pero no imploró compasión. Esto encolerizó a Cuitiño.
_ ¡Basta! ¡Suficiente! _ gritó fuera de sí _ Tírenle un balde de agua _ Lorenzo se había desmayado.
Santa Coloma permanecía imperturbable ante el cuadro que se exponía delante suyo.
_ Es tu turno, hacelo cantar _ le dijo Cuitiño con mordacidad a su brazo derecho.
_ Con mucho gusto, mi Coronel. ¡Esta reacionando! Muchachos, cágenlo a patadas.
Lorenzo, con el cuerpo anestesiado por el sufrimiento, apenas sentía dolor.
_ ¡Deténgansen! Escalante, ¿vas a aceptar tu culpabilidá o seguimos con la fiesta? _ bramó Cuitiño.
_ No sé nada...nada _ apenas balbuceó.
_ Coronel, mejor lo dejamos descansar unas horas y dispué le damos otra sesión, ¿qué le parece?.
_ Muy bien, desátenlon y arrójenlon a un rincón.
Mientras se cumplía su órden, él y Santa Coloma salieron al patio.
_ Aprovecho para anoticiarlo de la llegada de su ahijado _ le dijo con suspicacia y encendió un cigarro _ ¿Gusta uno mi Coronel?
_ Gracias _ tomó uno y su cómplice se lo encendió _ El Goyo estará por llegar también, entonces. Me avisó por el Lobo Quesada que el Rafael estaba en Dolores con la sobrina de Escalante. Los casó el padre Fermín. ¡No sabés las ganas que le tengo a ese viejo sotreta! Un día de estos...Pero no, no puedo silenciarlo.Por mi viejita, ella lo estima demasiado y no la quiero hacer sufrir.
_ No se priocupe mi Coronel, ya le va a llegar la ocasión y servida en bandeja de plata.
_ Eso espero. ¿Que más sabés del Rafael?
_ Dejó a la moza en la casa de la Santísima Trinidad y él le puso pata pa' su casa.
_ ¡Que raro! Me huele a gato encerrado. Tengo que averiguar que se trae entre manos el sinvergüenza de mi ahijado. Primero terminemos con Escalante.
Aplastaron las colillas con la punta de sus botas y volvieron al ruedo.
_ ¡Ustedes!, traiganlon pa'cá _ zarandeó con voz ronca a unos soldados que jugaban a los dados. Lorenzo temblaba sin control.
_ Sos muy machito, ¿no? _ se burló Santa Coloma _ Vamo a ver hasta cuando _ Alcanzame uno de esos palos de escoba _ le ordenó a uno de los mazorqueros que observaba extasiado.
El federal  tomó de los pelos a Lorenzo y lo tiró de espaldas. Un rugido de espanto brotó de su garaganta cuando el salvaje lo sodomizó con el palo. Lo penetró una, dos, tres cuatro veces. Sintió como la sangre, caliente y pegajosa le recorría el culo. Cuitiño disfrutaba
._ Agradecé que no te meto por el ano una mazorca de maíz porque ahí sí me ibas a suplicar dende veras.
Santa Coloma tiró el palo a un costado y secándose la transpiración con un pañuelo deshilachado se acercó a Cuitiño que aprobaba satisfecho.
_ Si está de acuerdo mi Coronel, por hoy es suficiente; estoy muy cansado, me debo estar poniendo viejo y ¡con lo que me gusta mi trabajo!... me da por las bolas no poder terminar hoy con este desgraciado _ se lamentó.
_ Andá a descansar. Pedí que te preparen un catre y algo pa' comer. Yo me quedo un rato más y dispué me regreso pa'  Buenos Aires. Dejo todo en tus manos.
Cuitiño se volvió hacia Lorenzo que estaba devastado.
_ Y ahora vamos a hablar sin pelos en la lengua usté y yo _ le dijo con voz macabra.