Novelas en capítulos y cuentos cortos

martes, 7 de junio de 2016

ALAS PARA UNA ILUSION, Cap18

"Por culpa del juego, se entrega un amigo; por culpa del juego se pierde un querer.
 Se vende a un hermano, se roba y se mata,
 nos hunde y nos ata, su brujo poder".  Rodolfo Sciammarella



Esperaron impacientes que su madre, Lupe y Lina acudieran a la fiesta de los Echegoyen. Lo único que lamentaban de no acompañarlas, era perderse el solo de violín que esa noche Lupe interpretaría como regalo de cumpleaños para la altiva Evangelina Echegoyen, hija primogénita del matrimonio más encumbrado de la alta sociedad porteña.
Ana insistió para que fuesen a la celebración, pero los muchachos, con exagerada gentileza le prometieron reunirse con ellas una vez finiquitado el compromiso tomado con anterioridad y el que les era imposible suspender.
Lupe había esperado ese acontecimiento muy ilusionada, no sólo por el pequeño concierto que daría ante tanta gente importante, sino porque soñaba bailar un vals con su príncipe, sentir sus fuertes manos ciñéndole la cintura y su aliento rozándole la mejilla. ¡Pero sus deseos se hicieron trizas al escuchar su negativa de asistir a la fiesta!
_ No pongas esa cara, llegarán más tarde _ le dijo Lina riéndose de la expresión conturbada de Lupe.
_ Y a mi que mi importa si vienen o no _ se irritó.
_ A otra con ese cuento _ la acicateó la hermana. _ Y dime, ¿a quién interpretarás esta noche?
_ A Vivaldi, ¿a quién más? _ su humor iba de mal en peor.
_ ¡Que carácter hermanita! Mejor voy con Jacinta para que me trence el cabello.
Lina desapareció divertida con los cambios de humor de su hermana y Lupe trató de concentrarse en un último ensayo del pasaje de "Las cuatro estaciones"del Prete Rosso que había elegido para esa ocasión, el mismo que tiempo atrás había ejecutado en el orfanato delante del Gobernador de Buenos Aires. El recuerdo le dejó un resabio amargo en el alma recrudecido por sus ilusiones tronchadas.
Cuando el auto que las llevaba a la fiesta desapareció en la neblina de la noche, los hermanos Gamazo, vestidos de elegantísimo smocking negro, se dispusieron a llevar adelante su venganza.
El "Convertible Victoria", regalo de su madre, los esperaba estacionado en el frente de la casa.
Renzo condujo a alta velocidad sin respetar ninguna señal de tránsito. Arturo, a su lado, permanecía taciturno, silencioso.
_ ¿Estas nervioso? _ Renzo, con voz grave interrumpió los pensamientos de su hermano.
_ ¿Por qué habría de estarlo? En absoluto, solo meditaba. Debemos ser precavidos, el Pardo es muy astuto, además siempre está rodeado por sus esbirros y nosotros sólo somos dos.
_ Cuatro, ¿acaso no has traído a tu compañera fiel? Yo la tengo pegada al corazón. _ Con una sonrisa socarrona abrió el saco mostrando la sobaquera de cuero que guardaba una pistola Astra 400.
_ Por supuesto, siempre salgo con ella, más esta noche _ inconscientemente acarició la semiautomática que llevaba escondida debajo de la chaqueta.
_ Esperemos que no sea necesario utilizarlas. "Diente de oro" me prometió que varios de sus guardaespaldas los vigilarían, él tampoco quiere complicaciones. Recién acaba de restaurar el local después de nuestra última disputa.
_ "Diente de oro" es otro hijo de puta, no me fió de él. Con la boca nos defiende y con la mano nos acuchilla _ Arturo odiaba al dueño del lupanar, en varias ocasiones los había traicionado.
_ Sí, pero recuerda Arturo que el Pardo lo tiene apretado por las bolas...por ese préstamo que el Diente le debe. Me confesó que está esperando una oportunidad para asesinarlo.
_ ¡Atento Renzo!, que no seamos nosotros su mano ejecutora. No quiero implicarme en nada peligroso y menos ahora que...
_ Que quieres ganarte el amor de Lupe, ¿no? _ lo miró ceñudo.
_ Pues sí _ lo enfrentó.
_ Este no es el momento propicio para que discutamos. Pongamos todos nuestros sentidos en recuperar el dinero que nos quitó el Pardo con trampa y en defender nuestras vidas. Ya hablaremos después de Lupe _ dijo Renzo tratando de imprimir a sus palabras la serenidad que en realidad no tenía.
Era pasada la medianoche cuando llegaron a La Boca, zona arrabalera en la que abundaban los garitos de juego clandestino y los prostíbulos. A uno de ellos, al famoso "Gato Negro", se dirigieron Renzo y Arturo con paso firme, luego de dejar a buen resguardo el automóvil a fin de evitar un robo seguro.
El lupanar estaba construido con chapas de metal acanaladas, montado sobre unos pilotes debido a las frecuentes inundaciones ya que estaba emplazado a pocas cuadras del Riachuelo.
La luz roja de la entrada les dio la bienvenida.
Un tango melancólico, ejecutado por una orquesta compuesta por un bandoneón y una guitarra, fue el telón de fondo para su apoteótica aparición.
"El día que me quieras, la rosa que engalana, se vestirá de fiesta con su mejor color. Y al viento las campanas dirán que ya eres mía..."
La voz penetrante y la estampa gallarda del cantante los hipnotizó. Era la primera vez que lo escuchaban cantar en persona y la letra que desgranaba el "zorzal criollo" los impactó como un balazo al corazón.
Inmediatamante pensaron en Lupe.
"El día que me ame me sentiré completo", pensó emocionado Arturo.
"El día que la haga mía me sentiré satisfecho", pensó eufórico Renzo.
_ ¡Muchachos!, ¡adelante!¡adelante_ entre volutas de humo se acercó a ellos Diente de oro. Les sonrió con ironía dejando al descubierto su dentadura amarilla en la que se destacaba el diente al que le debía su apelativo. El aliento a ajo los asqueó pero supieron disimularlo. Esa noche no estaban dadas las condiciones para resaltar la superioridad que los caracterizaba, era mejor mostrarse amables y cordiales para poder sacar la mayor ventaja posible.
_ Parece que tu negocios prosperan _ Renzo le palmeó amigablemente la espalda sorprendiendo a Diente de oro.
_ ¿Por qué? _ desconfió del trato que recibía de un Renzo siempre huraño y altivo.
_ Has contratado a Carlos Gardel, ¡todo un honor!
_ Así es, un honor _ y sin explayarse sobre el asunto los invitó a que lo siguieran hasta el fondo del local donde estaba el salón de juego _ ¿O antes prefieren un buen revolcón?
Los hermanos frenaron el paso indecisos ante la tentadora oferta. "El Gato Negro" tenía las mejores y más habilidosas "minas" en el arte amatorio.
_ ¿Está disponible la Gringa? _ Renzo se refería a una polaquita de veinte años que era una delicia.
_ Para vos siempre está disponible.
Chistó y en un santiamén la Gringa estaba colgada del cuello de Renzo. La besó con violencia mientras hundía sus manos en el trasero de la joven. Ella gritó de placer.
_ ¿Te llamo a la Malena, Arturo? Te andaba esperando.
_ No, Diente, hoy no me apetece.
Arturo no deseaba a nadie entre sus brazos, sólo soñaba con la piel tibia de Lupe y probar el sabor de sus labios.
Una hora después, frente a frente, cartas por medio, estaban los hermanos Gamazo, "el Pardo" " y dos de sus compinches: "el Tuerto" y "el Chancho".
Una sonrisa torcida ensombreció aún más el rostro enjuto del malevo traicionero, siempre de apariencia impoluta: la camisa blanca, limpia y planchada; bien afeitado, con el bigote perfectamente cuidado; el "funyi" gris, es decir el sombrero, ladeado hacia la derecha; el saco entallado de solapas anchas y pañuelo al tono. El pantalón se iba angostando hasta cubrir los tobillos. Con orgullo lucía sus tamangos (zapatos) negros que relucían como dos azabaches.
_ Así que los "pitucos" quieren la revancha _ bromeó el Pardo con sarcasmo.
_ Revancha, ¡no! infeliz, queremos nuestro dinero de vuelta, el dinero que nos ganaste con trampa _ Renzo saltó de la silla derribándola con fiereza.
_ Parece que los de la "high" están un tanto nerviosos, ¿no Tuerto? _ se rió de la reacción de Renzo y del semblante adusto de Arturo codeando a su secuaz.
_ Empecemos de una vez que "el horno no está para bollos" _ parafaseó Arturo tratando de controlar su furia.
La partida de poker se desarrolló en un clima de tensión y animosidad. A medida que avanzaba el juego la suerte se ponía del lado de Arturo y Renzo.
El Pardo, fumaba y maldecía, pero no interrumpió la partida.
Finalmente los Gamazo "desplumaron" a sus contrincantes,
_ Nos retiramos Pardo _ anunció Renzo juntando el dinero depositado sobre la mesa que habían ganado en buena ley_ Estamos hechos.
_ ¡Maldita yeta! Perdimos todo Pardo _ se quejó el Chancho.
_ ¿Vas a dejar que estos niños ricos se vayan así no más? _ lo aguijoneó el Tuerto.
El Pardo acariciándose el bigote reía asintiendo.
_ Lobo, esto no se queda así. Espero verte de nuevo la semana próxima. Quiero recuperar mi "guita".
_ ¿Tu guita? De que me hablas...esta es mi guita, ¿entendiste?, la guita que nos afanaste hijo de puta _ se descontroló Renzo.
Renzo, el Lobo, como se lo conocía en los lupanares y garitos de mala muerte, arremetió contra el Pardo dándole una trompada que lo hizo trastabillar.
El Chancho tomó a Renzo por los brazos y el Chancho lo amenazó con un cuchillo que apoyó en su cuello mientras el Pardo se recuperaba del ataque sorpresa del Lobo.
Arturo no lo pensó dos veces y les apuntó con su arma.
_ ¡Suéltenlo ya!, o vos Pardo, sos boleta _ los ojos de Arturo despedían chispas.
_ Ta'güeno, calma,  guardá la rabiosa (arma) y acá no ha pasado nada. Muchachos, suelten al Lobo.
Renzo se desembarazó de los dos rufianes y quiso encararlos nuevamente, la sangre le hervía...quería matar. Arturo, adivinando las intenciones de su hermano, lo instó a abandonar el lugar.
_ Renzo, no vale la pena, larguémonos de aquí.
Con los bolsillos cargados de dinero y sin dejar de apuntar al malevo y a sus compañeros, se retiraron velozmente del "Gato Negro".
"Ya me las vas a pagar Lobo, ya me la vas a pagar", se juró el Pardo.
_ ¡Lo hicimos hermanito! Le dimos por el culo al Pardo _ festejó Renzo una vez a salvo en el automóvil y de regreso a la capital.
_ Esta es la última vez que te acompaño a una partida de naipes, la última vez que entro en un prostíbulo _ expresó con seriedad Arturo.
_ Ya veo, quieres hacer buena letra para ganarte el corazón de Lupe y el beneplácito de la vieja _ se mofó Renzo.
_ Así es.
_ Pues yo también haré exactamente lo mismo _ afirmó rotundo.
Mientras ellos peleaban por el amor de Lupe, ella lloraba en su habitación por la ausencia de él en la fiesta.