Novelas en capítulos y cuentos cortos

sábado, 6 de agosto de 2016

ALAS PARA UNA ILUSION, Cap 32

"La muerte se instaló inmediatamente en mi ser como dolor, horror y secreto. Pero oculté lo que había comprendido, oculté lo que sentía...".   Edgar Morris


Primavera, 1944

El patio del convento se engalanó con el estallido de la primavera.
Azules, violetas y rojos estridentes despertaron alegría  en el alma apesadumbrada de Lina.
Si bien no se arrepentía de haber escogido la vida monacal, no era feliz completamente. Sombras de desilusión la perseguían y acosaban. ¿Dónde estaba el gozo de patentizar la presencia del Señor en el prójimo, ese gozo del que tanto le había hablado el padre Francisco, si ella sentía en carne propia el desprecio y la inquina de algunas monjas, en especial de la hermana Milagros, la que supuestamente debía ser su guía y confidente?
Encontraba consuelo en las prolongadas conversaciones que mantenía con la Priora Concepción, en las visitas semanales de Lupe y en la amistad que había trabado con la hermana Corina, la cocinera.
Siempre que sus obligaciones se lo permitían, huía a la cocina donde solía tomar un delicioso té acompañado de divertidas anécdotas, que entre risas y bizcochos, le contaba la rebelde y simpática cocinera.
Ellas sabían que esos encuentros eran ilícitos, el silencio debía ser respetado, era una regla imposible de violar. Sin embargo ellas lo hacían en cómplice acuerdo tomando, por supuesto, el recaudo pertinente.
La cita tenía lugar luego de la hora Nona*, cuando todas las monjas tomaban una breve siesta antes de reanudar sus labores cotidianas.
Corina comenzó a simpatizar con Lina durante la epidemia de gripe. Ambas trabajaron codo a codo asistiendo a las monjas enfermas. Le sorprendió gratamente ver como esa jovencita que tenía fama de atildada y caprichosa se desenvolvía en medio de una crisis con soltura y generosidad. Jamás la escuchó quejarse o rezongar; siempre con una sonrisa, siempre brindando una palabra gentil y de esperanza.
A partir de ese momento comenzó entre ellas una camaradería que alegraba el corazón de Lina y aliviaba la angustia que le provocaba el hostigamiento de la hermana Milagros.
_ Te noto ojerosa Lina, ¿te estás alimentando bien? _ se preocupó en una de esas tardes clandestinas _ Esto de los ayunos, francamente no lo entiendo _ lo decía mientras devoraba un trozo de pastel de fresa que cocinaba a escondidas. "La glotonería es pecado", le repetía la Priora. Corina asentía y continuaba devorando pasteles, su debilidad.
_ Hermana Corina, un día de estos te van a descubrir y ..._ Lina reía disfrutando del delicioso dulce.
_ ¿Y qué me harán? ¿Me echarán del convento? No pueden. ¿Me trasladarán? Lo dudo, la Madre Concepción está satisfecha con mis comidas frugales pero nutritivas. Además soy muy ahorrativa _ declaró muy orgullosa.
_ Eres tremenda, pero debes estar alerta. La hermana Milagros y su ojo avizor nunca descansan _ la previno.
_ ¡Ay, pequeña! Hace ya doce años que vivo en este convento, siempre encerrada en mi reino, la cocina y nunca, ¡nunca!, ese bicho ha aparecido por aquí...y si lo hiciera la echaría a escobazos. ¡Dios perdone mi violencia!, pero eso es lo que haría.
Pero basta de cháchara y ¡come, come muchacha! que pareces un palito a punto de quebrarse _ así era la hermana Corina, transparente, decía sin vueltas lo que pensaba, directa.
_ Dime Catalina _ continuó en tono de confidencia _ ¿esa Milagros te ha impuesto algún sacrificio para la "purificación del alma pecadora"?
_ ¿Acaso esos sacrificios no son necesarios para ser grata a los ojos del Señor? _ se alarmó
_ ¿Lo sabe la Priora?
_ Eso supongo..._ titubeó.
_ Ayunos en cuaresma, vaya y pase; pero en jornadas ordinarias me parece un escándalo. El cuerpo es el templo de Dios, ¿por qué someterlo a privaciones innecesarias? Bastante te presiona limpiando baños y ahora, barriendo a toda hora ese inmenso patio _ se ofuscó.
_ Es que como la primavera invita a rezar y a reflexionar en el patio, la hermana Milagros quiere que reluzca para comodidad de las hermanas _ explicó con sencillez.
_ ¡Claro!, y por eso te lo hace baldear tres veces por día...
_ A mí no me molesta. Lo hago con gusto _ dijo con sinceridad.
_ ¡Ojalá el Señor conserve tu inocencia! _ emocionada la abrazó y besó.
Lamentablemente esos encuentros furtivos fueron detectados por la Hermana Milagros. Furiosa la mandó llamar al locutorio.
_ ¡Hermana Catalina! Así que además de haragana, has caído en la desobediencia y en la gula _ la increpó.
_ No comprendo _ Lina temió por la hermana Corina.
_ ¿Así que no comprendes? No quisiera añadir la mentira a tu extensa lista de pecados. Estoy al tanto de tus frecuentes charlas en la cocina con la hermana Corina.
_ Lo hago luego de cumplir con mis tareas.
_ ¡Arrogante!No busques excusas ni te defiendas.
_ No me defiendo, sólo le explico mi proceder _ la mansedumbre de su actitud exasperaron aún más a la monja.
_ ¡Te prohíbo!, ¿entiendes?, ¡te prohíbo! nuevas conversaciones en la cocina con la cocinera. Esa monja tiene ideas subversivas, lamentablemente la Priora la protege. No pongas esa cara, se nota que un demonio rebelde ha entrado en tu espíritu. Para combatirlo esta noche no dormirás, rezarás cincuenta rosarios rogando a Nuestra Señora que lo expulse para hacerte digna de este hábito.
Esa noche, Lina obedeció el mandato aunque su ruego fue otro.
"Señora, dame fuerzas para no desfallecer ante las injusticias, concédeme amor por mis enemigos. Protege a la hermana Corina de todo revanchismo y permite que la hermana Milagros me quiera y comprenda. Te lo suplico dulce Señora".
Lina siempre obedecía sin reclamos ni enojo. Limpiaba baños y fregaba pisos, ayudaba a la hermana Aurelia a desempolvar y a ordenar por tema los cientos de libros que albergaba la impresionante biblioteca del convento. La pobre apenas podía leer los tìtulos, aunque por un absurdo capricho se negaba a usar anteojos. "Si es la voluntad de Dios que pierda la vista, así será", le confió una mañana lluviosa mientras Lina le leía la vida de Santa Margarita, conocida por haber recibido las apariciones del Sagrado Corazón de Jesús.
Sin embargo, había algo que inquietaba a Lina y que despertó su curiosidad. Las novicias tenían libre acceso a todas las dependencias del convento, menos a un corredor que daba a un cuarto que siempre permanecía cerrado.
Sólo una vez tuvo la osadía de sonsacar información sobre el mismo a la hermana Milagros.
"¡Mira que eres impertinente!, ese lugar está vedado a los novicias y punto".
También lo intentó con la hermana Corina, logrando que su respuesta la intrigara aún más.
"Hermana Catalina, sólo sé que es la lavandería".
"¿Y por una lavandería tanto secreto?", se intrigó. "Averiguaré que sucede", se propuso con temeridad.













martes, 2 de agosto de 2016

ALAS PARA UNA ILUSION, Cap 31

"En la timba de la vida
 sos un punto sin arrastre
 sobre el naipe salidor...
 débil pa' l chamuyo y el amor...
¡Dios te ampare, compadrito de papel maché!".  Enrique Cadícamo.



Renzo, excitado y furioso, abandonó la mansión determinado a desahogar su calentura en "El Gato Negro".
Con los sentidos embotados por la lujuria, no escuchó a Arturo que lo llamó desde la sala donde tomaba un café.
"¿Dónde vas a estas horas?" Las palabras quedaron flotando en el silencio y las penumbras del lugar.
"Me imagino cual es su destino, pero...¿y Lupe?", se preocupó.
Con sigilo se acercó hasta el dormitorio del matrimonio. Estaba a punto de golpear cuando el llanto de Lupe lo detuvo. Por un instante pensó consolarla, pero enseguida desistió. "Es mejor que no intervenga". Cabizbajo se encerró en su propio dormitorio con el corazón atormentado.
Renzo condujo su convertible a alta velocidad hasta el arrabal porteño. Allí era él mismo, no debía fingir buenas maneras; allí era "el Lobo" y todos lo respetaban.
Estacionó frente al burdel y le tiró unos centavos a un muchachito desgarbado que se ganaba la vida lustrando los zapatos de los compadritos que visitaban el lugar.
_ Gracias Lobo, anda tranquilo que yo te vigilo el bote* pa' que naides te lo afane _ una sonrisa desdentada le iluminó el rostro sucio y demacrado.
Renzo apenas reparó en él, estaba hambriento, debía desfogarse sino explotaría como el Vesubio.
_ ¡Amigo, estás al palo!*_ el dueño del lupanar contuvo una carcajada al ver la entrepierna de Renzo.
_ Rápido "Diente de Oro", llama a la Gringa, la espero en el cuarto de atrás. ¡No te quedes ahí parado como un babieca*! _ le gritó perdiendo los estribos.
_ Es que...es que... _ tartamudeó con temor.
_ ¿Qué? ¡Hablá de una vez! _ y acarició amenazante el revolver que escondía debajo de su saco. No estaba de humor para adivinanzas.
_ La Gringa sigue internada...
_ ¿Internada? _ se asombró, cada vez más furioso.
_ Pero Lobo, no te acordás...casi la matás la última vez que estuviste con ella. Claro, tanto cocó* te nubló el cacúmen*_ ironizó
_ No te pasés de la raya y explicate _ la impaciencia le hormigueaba el cuerpo.
_ Casi la asfixiás con la bolsa que le pusistes en la cabeza. Estaba azul cuando la encontré, apenas respiraba la pobre. Y ni que hablar de las marcas de rebenque en los brazos y en las piernas...¡Lobo pará con tus jueguitos! Así no hay mina* que aguante _ se quejó.
_ No me des consejos, no los necesito. No sé por que mierda te preocupás, putas hay de sobra...
_ Para vos es fácil porque no tuviste que poner la jeta* en la comisería, decí que soy amigo del comisario, ¡que si no!
_ Dejá de quejarte que la biyuya* que te doy todas las semanas es más que suficiente para llenar el buche de la cana*.
_ A veces las coimas no alcanzan para que hagan la vista gorda.
_ ¡Basta! No soporto las niñas lloronas, si no te conociera pensaría que sos un maricón* _ lo punzó.
_ ¡Cruz diablo Lobo!Soy bien macho _ se ofendió.
_ No perdamos más tiempo con giladas* y buscame una atorranta capaz de aguantar "mis jueguitos", como vos los llamás._ se rió con malicia.
"Diente de Oro" asintió con aire de frustración y al darle la espalda lo maldijo con todas sus fuerzas.
"¡Maldito cajetilla*, ojalá mueras ahogado en tu propio caldo*! ¡Ay Pardo, si no estuvieras engayolado* ya lo hubieras ensartado* y yo estaría libre de este hijo de puta!".
"El Pardo" hacía dos meses que estaba en prisión por haber matado a puñaladas a un compadrito del barrio Monserrat que osó burlarse de su cojera. El Pardo era hombre de pocas pulgas y hacía años que tenía entre ceja y ceja a Renzo. Nunca perdonó que los hermanos Gamazo lo limpiaran con argucias en el póker.
_ ¡Polaca! _ llamó sofocado por la prisa.
Una joven rolliza y rubicunda se levantó con pereza del regazo de un hombre entrado en copas.
_ ¡Ey, no te vayás! _ se quejó el ebrio.
_ Me llama el patrón _ respondió lacónica.
La soltó protestando, pero ante una seña del "Diente" otra puta se sentó en las rodillas del hombre, gesto que le arrancó una sonrisa de satisfacción.
_ Polaca, volá para las habitaciones del fondo. En la segunda te espera el Lobo_ la apremió.
La muchacha se humedeció de sólo saber que semejante hombre la esperaba. Sabía que era un sádico, pero eso no era problema, ella disfrutaba con las vejaciones, sus orgasmos eran dinamita en esas circunstancias.
Cuando entró al cuarto, Renzo la asaltó con violencia. Le arrancó la túnica transparente que velaba su desnudez de curvas prominentes y la estampó contra la pared. Le mordió el cuello, los pezones, mientras introducía su dedo en el clítoris haciéndola gritar de placer.
_ Más fuerte, Lobo, más fuerte mi Lobo salvaje _ deliraba.
Atendiendo a su súplica, la arrojó sobre la cama y con unas sogas le ató las manos y los pies a los barrotes de bronce, Buscó el látigo y comenzó a golpearla con crudeza. Ella gritaba y él disfrutaba terriblemente.
_ ¡Golpiáme, Lobo! Quiero sentir tu fuerza _ suplicó en llamas.
Renzo, asintió con presteza, sentía placer dominando.
Vio una vela sobre la mesa que estaba junto a la puerta. La encendió y comenzó a derramar la cera fundida sobre la piel de la mujer. Ella gritó extasiada. El dolor la encendía.
"Señor, ¡que bien me siento!", exclamó Renzo mientras se masturbaba sobre ella. No la penetró.
_ Lobo, yo también quiero terminar. Por favor, regalame un beso negro*, por favor... _ gimió.
_ No tengo tiempo para berretines*, vestite _ con asco le tiró la túnica en la cara magullada.
Renzo se limpió con una toalla que encontró sobre la cómoda, se cerró la bragueta, se acomodó la ropa y fue en busca de un buen trago.
El llanto de la Polaca no lo perturbó, al contrario, reafirmó su poder tiránico. "Estas putitas nunca entienden que mi goce está por encima de ellas".
El bar estaba en penumbras. Eso no fue impedimento para que "Diente de Oro" lo reconociera. Lo esperaba impaciente, no quería lidiar con otra víctima de ese loco sádico.
_ ¿Y la Polaca? _ preguntó preocupado.
_ En la habitación y...viva _ y una oscura carcajada hizo temblar al "Diente" _ Y ahora quiero emborracharme, traeme una botella de whisky, del importado no esa mierda que le ofrecés a tus clientes de medio pelo.
Mientras paladeaba el líquido ambarino y observaba bailar un tango, reflexionó complacido.
"En este lugar se me respeta, acá tengo el control. Estoy harto de vivir bajo la pollera de mi madre, siempre vigilándome y ahora que me he librado de ella, aparece Arturo y su estúpido moralismo. Hoy se acaba mi esclavitud, haré lo que se antoje en los negocios y sobre todo con Lupe. Es mi mujer, yo soy su amo y deberá obedecer mis órdenes. La primera será que abandone la orquesta del Colón. La quiero toda para mí...fuera el profesor Ljerko, se acabaron los ensayos, se acabó el violín. Sólo yo seré su mundo".
_ ¡"Diente"!
El hombre que conversaba con un grupo de clientes elegantes, lo miró con fastidio. "¿ Y ahora qué?", pensó con rabia, sin embargo, se le acercó fingiendo agrado.
_ ¿Qué se te antoja Lobo?
_ ¿Tenés un poco de blanca*? Hoy mi festejo debe ser completo. Me lo merezco.



Timba: juego
Chamuyo: persuadir hipócritamente.
Bote: automóvil
Al palo : tener una erección
Babieca: tonto
Cocó. cocaína
Cacúmen: cerebro, sesos
Mina: mujer
Jeta: cara
Biyuya; dinero
Cana: policía
Gilada: tontería
Cajetilla: persona "fina", elegante
Caldo: vómito
Engayolado: en prisión
Beso negro: succionar el orificio anal
Berretín: capricho
Blanca: cocaína