Novelas en capítulos y cuentos cortos

miércoles, 7 de septiembre de 2016

ALAS PARA UNA ILUSION, Cap 37

"En vano se echa la red ante los ojos de los que tienen alas".   Gabriela Mistral



Era imposible conciliar el sueño. Lina se revolvía en el  esquelético catre como si un centenar de hormigas le recorrieran el cuerpo. Los recuerdos de la noche anterior la golpeaban y estremecían.
¿Cómo era posible una situación tan ultrajante en la casa del Señor? ¿Cómo lo permitían las monjas, sus siervas devotas y pregoneras de la misericordia?
¿Era todo una gran engaño? Y lo que era aún peor, ella estaba atrapada en esa vil mentira.
"Debo averiguar por qué la Priora lo permite", se propuso un momento antes del rezo de maitines.
En la capilla a media luz, los versículos del Salmo 103 resonaban en su mente y en su corazón:
"Él rescata tu vida del sepulcro
 y te cubre de amor y compasión...
 El Señor hace justicia y defiende
 a todos los oprimidos".
"Defiende a todos los oprimidos", repitió y convencida, se decidió a brindar ayuda a aquellas mujeres.
Al regresar a su celda, de rodillas frente al crucifijo, le pidió fuerzas a Dios. Debía ser valiente para enfrentarse a la Priora y a la hermana Milagros. Seguramente la acusarían de entrometida y desobediente...seguramente la castigarían. Ya era una costumbre que la obligaran a atarse un cilicio en la cintura cada vez que la hermana Milagros lo creía necesario para su conversión:
"No creas que es un castigo, todo lo contrario. Este dolor complace a Nuestro Señor, piensa que es una forma de identificarte con su hijo Jesucristo en los padecimientos que sufrió en la Pasión", le explicaba con una sonrisa torcida.
"Nada me detendrá, ni cilicios, ni ayunos, ni sermones humillantes", razonó temeraria.
Aquella noche en que tropezó con un cuerpo en la habitación prohibida, "casi muero del susto", recordó todavía espantada.
Aunque desorientada, buscó frenética la perilla de la luz. Cuando la habitación se iluminó no dio crédito a lo que vio: diez, ¡no!, veinte muchachas preñadas, algunas aún niñas, durmiendo en el suelo sobre arpilleras viejas y malolientes.
Con la sorpresa plasmada en su rostro se acercó a la joven a la que casi aplastó. La pobre se masajeaba el prominente vientre con aflicción.
_ Perdona, ¿te he hecho daño? _ preguntó arrodillándose a su lado.
_ Sólo un poco, pero creo que ha sido más el susto que el golpe _ balbuceó.
_ ¿Qué hacen aquí? _ les preguntó abarcando con su mirada las caras lánguidas y demacradas que la observaban con temor.
_ Trabajamos aquí. Lavamos, planchamos, cosemos, remendamos y si es necesario pintar paredes...
_ Y si no lo hacemos según el agrado de la monja encargada, la hermana Milagros, se nos castiga severamente. A veces nos dejan dos días sin comer.
_ ¡Santa Madre!¿Es esto posible? Pero si están todas embarazadas...¡y viviendo en estas condiciones!_ Lina se escandalizó.
_ A nadie le importa nuestra condición, menos a las monjas _ escuchó decir a otra muchacha.
_ ¿A las monjas? _ Lina estaba estupefacta.
_ ¡Si, a las monjas!Seres crueles, sin sentimientos que nos fuerzan a permanecer encerradas en este lugar a pedido de nuestros familiares que se avergüenzan de nosotras por ser pecadoras... _ explotó otra llena de ira.
_ "¡Puta!", me grito mi padre, "vete de mi casa, para mí estás muerta"_ lloró una jovencita de unos quince años _ Y de la noche a la mañana me vi encerrada en este convento.
_ A mi me trajo la policía. Me encontraron durmiendo en la plaza. Mis padres me echaron luego de darme una feroz paliza al descubrir mi embarazo que pude ocultar hasta el cuarto mes _ contó una morena restregándose las manos.
_ ¿Y los padres de sus hijos? _ quiso saber Lina.
_ Desaparecidos _ contestaron al unísono.
_ A mi me violó mi primo, pero mi padre me culpó por provocarlo...yo le juro hermana que no fue así, yo no hice nada...él se me tiró encima y yo no pude defenderme...esa es la verdad, lo juro hermana, lo juro_ se desesperó una joven de contextura frágil y largos cabellos rubios.
_ No sabemos cuando podremos salir de esta espantosa cárcel, pensamos que después que nazcan nuestros bebés.
_ ¿Pero qué será de ustedes, sin dinero, desprotegidas? _ Lina se alarmó.
_ Algunas podrán volver con sus padres, otras buscaremos empleo...pero lo importante es que seremos libres.
_ ¿Y sus pequeñitos? _ se entristeció al pensar en ellos, víctimas inocentes.
_ ¿Nuestros niños? Acaso hermana, usted no lo sabe. Las monjas los entregan en adopción, con o sin nuestro consentimiento. Y además cobran por ello, por supuesto nosotras no vemos un peso. Dicen que es el precio que debemos pagar para purgar nuestro pecado carnal _ la informó una muchacha ojerosa con una sonrisa amarga.
Los testimonios que escuchó esa noche continuaban haciendo eco en su memoria cuando Lina concluyó de rezar Laudes.
Dolida y no exenta de escrúpulos, se encaminó hacia el refectorio en busca de la hermana Milagros. Necesitaba encararla.
"Lo que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios", las palabras del evangelio de Mateo palpitaban en su corazón.
_ Hermana Catalina, justo estaba por llamarla. Hemos recibido una nota del señor Renzo Gamazo _ le dijo al verla llegar. Lina palideció.
_ ¿Le pasó algo a mi hermana? _ Y si Renzo la había golpeado...y si la había lastimado. "¡Dios mío, no, por favor!".
_ Efectivamente _ dijo seca y cortante como siempre la hermana Milagros _ A su hermana se le diagnosticó hepatitis, de modo que por más de dos meses no podrán verse _ una satisfacción maligna iluminó sus facciones severas.
_ Lupe, mi querida Lupe _ atinó a decir antes de sentir que el mundo se derrumbaba. Ella sabía que esa no era la verdad, algo terrible le había pasado a su hermana.