Novelas en capítulos y cuentos cortos

jueves, 27 de octubre de 2016

ALAS PARA UNA ILUSION, Cap 43

"Podrás destrozar mis otras pasiones, pero queda
 mi venganza, una venganza que a partir de ahora
 me será más querida que la luz o los alimentos".  Mary Shelley



El día fatal, el día de la muerte de Lina, Renzo sólo logró dormir unas pocas horas y gracias a las pastillas que le recetó su médico de confianza, el Doc.
Intranquilo daba vueltas y más vueltas en la cama. Estar solo, sin la compañía de Lupe, lo alteraba aún más.
La herida le ardía, los puntos le tironeaban. Bebió con fruición agua fresca de una jarra que descansaba sobre su mesa de luz. Sentía calor, fuego, un fuego devastador.
"¡Lupe!, ¿dónde carajo estás?", se repitió con malhumor.
La ausencia de su mujer sumada a las escenas vividas unos días antes en "El Gato Negro" le exasperaron los nervios. Cerró los ojos y recordó.
"El Diente de Oro" lo había llamado con urgencia durante la cena. Ya había pasado una semana.
_ Lobo, acá está el Pardo y lo único que hace es preguntar por vos. Amenazó con ir a buscarte a tu casa. Está como loco. Vení calzado, me huelo que va a haber bronca _ le advirtió con susto.
_ Voy para allá _ respondió seco. "Te llegó la hora Pardo", pensó con satisfacción mientras se despedía de Lupe perdiéndose en su boca. Ella se resistió, pero él sin hacer caso profundizó el beso. Quería que su hermano al verlos así unidos se retociera de envidia. Lupe era suya, sólo suya.
Arturo, furioso, se apartó de la pareja. Fue hasta el aparador vidriado y tomó una botella de brandy.  Se sirvió una copa. Debía sosegarse. El momento de enfrentar a su hermano todavía no había llegado. "Nunca creí que desearía matar a mi propio hermano", pensó con culpa.
En ese momento, la mano de Renzo se apoyó en su hombro. Arturo se sobresaltó. Al volverse se topó con la mirada intensa de su hermano. Conocía muy bien esa mirada de depredador. El Lobo se preparaba para la caza.
_ Me voy al Gato Negro. Hoy termino con esa mierda del Pardo _ le dijo en voz baja para que Lupe no escuchara.
_ Te acompaño
_ ¡No! Esto lo resuelvo solo _ de un tirón le quitó el vaso de brandy y lo vació de un solo trago.
_ Te acompaño.
_ No insistas Arturo. Cuida de Lupe, pero no te ilusiones, ¡volveré!_  y una sonrisa malévola iluminó su rostro.
Arturo asintió conteniendo la ira.
Lupe los observaba intrigada al margen de la tragedia que se avecinaba.
Cuando Renzo entró en el burdel, se vio rodeado por los esbirros del Pardo. Lo tomaron con rudeza de ambos brazos, pero él se liberó con facilidad.
_ ¡Suéltenme, carajo! Soy el Lobo y al Lobo nadie lo acorrala, malditos brutos.
Los hombres lo soltaron y hasta le mostraron respeto. Ellos sabían de lo que era capaz Renzo Gamazo. Lo guiaron con prisa hacia un privado donde lo esperaba el Pardo.
_ ¿Me buscabas Pardo? _ le preguntó con ironía. Sentado frente a una mesa de póker se atusaba el bigote con los dedos manchados de nicotina.
_ ¿Así que andás diciendo por ahí que no tengo cojones, hijo de puta? _  gritó y con feroz puñetazo hizo temblar la mesa.
Renzo se le acercó decidido a asesinarlo, él era el amo de los arrabales porteños. Era su hábitat.
_ Permití que te quedaras en mi territorio obedeciendo mis reglas _ lo enfrentó con fiereza.
_ ¿Tu territorio? ¿Tus reglas? No me hagás reír. ¿Quién te nombró amo y señor? ¡Estás loco Lobo, loco!_ le escupió, mordaz, furibundo.
_ ¡Éstas! ¡Éstas me constituyen en el "Supremo"! _ sus manos agarraron con fuerza sus testículos _ Pelotas que vos no tenés, ¡maraca! Lo único que sabés es hacer trampas en el juego, ¡mulero de mierda! Te perdoné la vida una vez, pero hoy te hago boleta, ¡mascabulto! _ soltó fuera de sí.
El Pardo, encolerizado, se le tiró encima. Pelearon a trompada limpia. Los hombres del Pardo no se metieron en la trifulca, su jefe se lo había ordenado previamente. Debía ser una pelea de "machos". Sólo uno saldría con vida.
En un intento desesperado por zafarse de las manos de Renzo que lo estaban asfixiando, el Pardo logró sacar de detrás de su cinturón, un cuchillo verijero que con destreza clavó en uno de los costados de su agresor.
El Lobo aulló con tanta fiereza que espantó a todos los testigos de la riña. Los muy cagones huyeron amedrentados.
_ Así que con malas artes querés ganar, ¿eh? Ta'güeno, así será mierda _ de un solo movimiento sacó su revolver y de un disparo le voló los sesos.
_ ¡Lobo!_ lo detuvo el Diente de Oro que llegó corriendo, los ojos desorbitados ante el siniestro espectáculo _ ¡Rajá!, la cana está llegando.
_ ¿La cana? _ preguntó desorientado.
_ Sí, uno de mis clientes copetudos dio la voz de alarma. ¡Vamos, te ayudo! _ le dijo al verlo herido.
_ Esperá, antes debo marcar territorio. Todos deben saber que yo soy el jefe, el único, ¿entendiste?
_ Si, Lobo, si.
Y ante la sorpresa del Diente, Renzo se abrió la bragueta y meó sobre el cadáver del Pardo.
_ Ahora acompañame hasta mi auto _ le ordenó.
Hasta ese momento lo recordaba todo con precisión, luego todo se volvía humo. Sólo tenía grabado en su memoria los ojos de Lupe clavados en su rostro mientras su delicada mano trataba de detener la hemorragia.
Un llanto agrio lo sacó de sus cavilaciones. "¿Es Lupe?". La escuchó gritar: "No, no lo soporto".
Renzo supuso que la policía venía a buscarlo. Del cajón de la cómoda extrajo su Colt y tambaléandose bajó las escaleras. Todavía se sentía débil.
Antes de que se lo llevaran mataría a unos cuantos policías o quizás se suicidaría. Prefería morir antes que lo encerraran como a un perro sarnoso.
Pero la escena que presenció fue muy distinta de la que imaginó.
Lupe, llorando en brazos de Arturo y el muy artero besando el cabello de su mujer.
_ Así los quería encontrar, ¡traidores! _ vociferó con rabia al sorprenderlos _ Te mataré Arturo, ¡te mataré!, y a ti también, ¡perra!.
_ ¡Renzo! Lina está..._ Lupe se alarmó al ver que los apuntaba con un arma.
_ ¡Calla!, ¡los mataré! _ a Renzo nada le interesaba, sólo la venganza.
_ Renzo, no es lo que tú piensas. Lina ha muerto _ Arturo quiso tranquilizarlo.
_ Entonces tú aprovechas para manosearla, ¿no?
_ Renzo, por favor..._ rogó Lupe.
_ ¡Silencio adúltera!
Arturo comenzó a caminar hacia la escalera. Renzo, sin meditar, le disparó a la cabeza.
_ ¡Arturo! _ Lupe corrió hacia Arturo. Una aureola de sangre le enmarcaba el rostro.
_ ¡Dios mío! ¡Renzo!, ¿qué has hecho?
_ Y ahora es tu turno zorra _ con dificultad bajó los últimos escalones y se acercó a Lupe que sostenía en su regazo la cabeza de Arturo.
Ella se incorporó lentamente y tomó una estatuilla de bronce que encontró sobre una mesita de caoba.
Para asombro de Renzo, lo atacó con violencia  pegándole en la herida. Los puntos se abrieron y ella continuó pegándole con la estatuilla. A Renzo el arma se le resbaló de las manos. Lupe aprovechó entonces y le asestó un golpe en la cabeza.
Lupe no se reconocía, todo el miedo y la violencia  que durante tanto tiempo contuvo, emergían de ella con la misma fuerza que tienen las aguas al romper un dique.
_ ¡Señora, basta ya! _ una de las mucamas le detuvo el brazo. Le quitó la estatuilla y la apartó del cuerpo sin vida de Renzo.
Azorada, se sentó en un sillón. ¿Qué había sucedido? ¿Una pesadilla tal vez?. Sintió que un líquido le corría por las mejillas. Al limpiarse con la mano, notó que era sangre...sangre de Renzo.
_ Señora, debo llamar a la policía.

lunes, 24 de octubre de 2016

ALAS PARA UNA ILUSION, Cap 42

"En la oscuridad te llamé, todo era silencio
 y una brisa suave se llevaba la cortina.
 En el cielo apagado una estrella ardía,
 una estrella partía, una estrella moría".  Forugh Farrojzad


Finales de Marzo de 1945

Lupe, con la voz cascada de la Priora Concepción resonando en sus oídos y en su corazón, corrió angustiada por los amplios pasillos del hospital.
El intenso olor a desinfectante le provocó náuseas; los quejidos de los enfermos, provenientes de las salas, la marearon.
"¿Por qué ella?, ¿por qué justamente ella?", se preguntó con rabia mientras desesperada buscaba a Lina.
Al abrir la puerta de la habitación que una de las enfermeras le había indicado, encontró a su hermana, demacrada, ojerosa, desmadejada sobre la cama. Los moretones violáceos resaltaban furiosos en la tez pálida...traslúcida.
_ Hermanita, ¿qué pasó? _ Lupe apenas pudo pronunciar esas pocas palabras.
_ Una pavada, no te preocupes _ le respondió con dificultad, tenía los labios partidos.
_ ¿¡Una pavada?!, ¡alguien debe responder por esta felonía! _ Lupe sintió que la ira la ahogaba.
_ Por favor, nadie...tranquila Lupe _ le suplicó con una sonrisa.
En ese momento una enfermera entró sin avisar, se acercó a la paciente y le suministró un calmante.
_ Ahora va a dormir unas horas, necesita descansar _ le informó a Lupe con una mirada comprensiva.
_ Me quedaré con ella.
_ Como guste.
_ Señorita, ¿puede decirme cómo se encuentra mi hermana? _ al comprobar que Lina dormía aprovechó para interrogar a la enfermera.
_ Mal, los golpes recibidos le dañaron los riñones. Dejaron de funcionar normalmente. Lo siento mucho. Igualmente deberá hablar con el doctor que la está atendiendo, él le dará mayor explicación.
La información la lastimó, la derribó.
 Con paso lento acercó una silla a la cama y con delicadeza se aferró a la mano de su hermana.
"¿Recuerdas Lina cuando siendo niñas dormíamos tomadas de la mano?", le susurró con nostalgia.
Poco a poco el sueño la fue venciendo.
En la madrugada, una caricia tibia, como el roce de una pluma, la despertó.
Sobresaltada, se inclinó sobre Lina.
_ ¿Duermes hermanita?_ le susurró.
_ Lina, ¿cómo te sientes? _ insistió con dulzura al no obtener respuesta.
_ ¡Lina!, ¡querida! _ nada.
Lupe, consternada, comenzó a gritar. Alertada la enfermera, se apresuró a controlar los signos vitales.
Nada.
_ Lo siento, ha muerto.
_ ¡No!, ¡no es verdad!, ¡no puede ser verdad! ¡Lina no me dejes, por favor, no me dejes! _ destruida cayó sobre el cuerpo exánime llorando desconsoladamente.
No supo cuánto tiempo pasó cuando finalmente escuchó la voz grave del médico instándola a separase de su hermana.
Le obedeció abatida, con una herida profunda en el alma.
_ Señora, ¿desea que llame a algún pariente? Debe resolver el traslado del cuerpo a alguna funeraria, mientras tanto permanecerá en la morgue _ le dijo con fría cortesía.
Lupe lo miró sin entender lo que decía, estaba perdida en el infierno más atroz. Cuando pudo reaccionar, tomó su cartera y con paso lento salió del hospital.
Tomó un taxi y le indicó al conductor que la llevara hasta el convento de las Carmelitas situado en la Manzana de las Luces.
Necesitaba a Arturo, ¡cuánto lo necesitaba! Pero ante debía averiguar que había sucedido en ese nido de serpientes. "¡Ellas la mataron!", se repitió durante todo el viaje.
Al llegar pidió hablar con la Priora.
_ En este momento está rezando Laudes. Tendrá que esperar _ le soltó la hermana portera con altanería.
_ No me interesa que la Priora esté rezando Maitines, Laudes o la mismísima mierda. Exijo hablar con ella en este instante, mi hermana ha muerto y la hago responsable a ella. Rápido, ¡llámela ahora mismo!_ gritó perdiendo todo control.
La monja, asustada, desapareció por el largo corredor. A los pocos minutos regresó con la Priora quien se notaba preocupada.
_ Señora Gamazo, el doctor me llamó hace unas horas para darme la lamentable noticia. No sabe cuánto lo siento y mi dolor lo hago extensivo a toda la comunidad de hermanas _ quiso abrazarla, pero Lupe la rechazó.
_ ¡Maldita mentirosa! Aquí nadie siente dolor por mi hermana. Ustedes la mataron y quiero saber cómo _ la increpó.
_ Entiendo que esté alterada, pero nosotras no somos responsables de lo que le ha ocurrido a su hermana. Fue un lamentable accidente _ se disculpó sin sostenerle la mirada.
_ ¿Accidente? ¡No lo creo! _ dijo intransigente.
_ La hermana Milagros le dirá con detalles lo que sucedió. ¡Ah!, acá está ella. Hermana Milagros, explíquese por favor _ La monja se acercó a ellas con paso cansino.
No titubeó en su relato.
_ Señora Gamazo, ante todo mis condolencias. La hermana Catalina era muy querida por nosotras, obediente y humilde como ninguna. Un ejemplo para todas.
_ Déjese de cumplidos y dígame que pasó _ la paró en seco.
_ Muy bien. La hermana Catalina vino a buscarme en medio de la noche a mi celda que se encuentra en un primer piso, cerca de la escalera. Se la veía exaltada. Me dijo que una de las novicias, que sufre de epilepsia, estaba convulsionando. Traté de tranquilizarla, pero fue en vano. Sin que pueda evitarlo bajó intempestivamente las escaleras. Probablemente se enredó el pié con el hábito y rodó por los escalones. No pude hacer nada para evitarlo, lo siento _ concluyó con voz segura, sin trastabillar en su relato.
_ Lo que me cuenta son puras mentiras, ¡no le creo maldita embustera! Veremos si esto  lo repite ante la policía. Ahora mismo voy a denunciarlas por asesinas. Lina me confió lo mucho que usted, hermana Milagros, la hacía sufrir: así que no teatralice más. Hoy como nunca estoy de acuerdo con Jesucristo cuando llamó a los fariseos sepulcros blanqueados. Huele mal hermana Milagros,¡apesta! _ se abalanzó sobre ella y la abofeteó en ambas mejillas.
Las dos monjas se quedaron heladas ante el arrebato. Permanecieron en silencio mientras Lupe como una exhalación abandonaba el convento.
La policía atendió su denuncia, aunque no le dio credibilidad. "Pobre, está desquiciada por la muerte de su hermana. No molestaremos a esas santas mujeres", ordenó el comisario una vez que Lupe se marchó.
Al atardecer llegó a la mansión. Arturo la esperaba echo un manojo de nervios.
_ ¡Lupe!, ¿qué ha sucedido?, ¿cómo está Lina?
_ ¡Lina ha muerto Arturo, ha muerto!_ ocultó el rostro en el pecho del hombre y lloró con amargura.
_ ¡Así los quería encontrar, traidores!_ vociferó con rabia Renzo al sorprenderlos abrazados al salir de su habitación _ Te mataré Arturo, ¡te mataré!, y a ti también, perra.