Novelas en capítulos y cuentos cortos

jueves, 29 de diciembre de 2016

FELIPA, EN CARNE VIVA Cap.5

"Pero hay muchas maneras de sentir el abandono...y el desprecio
 Basta un minuto; a veces, basta una mirada 
 para lastimar un corazón".     
Gonzalo Torrente Ballester

Alejo llegó a su casa con el corazón oprimido. "¿Por que los mayores son tan crueles?", su inocencia le impedía comprender la rígida actitud de los adultos.
"Si no fuera por el cariño de su madre y la protección de su abuela, Felipa viviría torturada por sus vecinos, ¡personas imbéciles!. Gente parecida a mi padre. ¿Qué le habré hecho para que me odie tanto? Siempre retándome, castigándome...nunca me escucha. Él es el dueño de la razón, ¡Cuánto me gustaría que desapareciera, que se muriera! No, no, ¡que no se muera!, sólo quiero que me quiera...aunque sea un poquito", pensó abatido.
Un grito ensordecedor lo sacó de su cavilación.
_ ¡Alejo!, ¿de dónde vienes? Seguramente has estado vagabundeando en compañía de ese indio zaparrastroso _ el reto lo hirió como el restallar de un látigo.
Su padre, con los brazos cruzados y  mirada lobuna, lo escrutaba con fijeza desde el ventanal que daba al jardín del primer patio.
Alejo sintió el sabor amargo de las bilis en su boca, sometió las arcadas que lo atacaron provocadas por el miedo. Ese hombre sin sentimientos no lo doblegaría, él era fuerte y resistiría.
_ Estaba en "La Alameda". Leía cerca del río _ mintió _ Sin Lautaro, él tiene trabajo en las caballerizas _ mintió otra vez con descaro.
_ Seguramente poesía, ¡lectura de bujarrón! _  rió despectivo.
_ ¡No soy ningún maricón, padre! _ indignado, se avalanzó con energía sobre el vientre abultado del hombre golpeándolo con la cabeza.
_ ¡Niño malcriado!, ¿cómo te atreves a enfrentarme? Te daré una buena zurra _ explotó, rojo como la grana ante el sorpresivo comportamiento de Alejo.
Idelfonso lo tomó del cuello de la camisa y lo arrastró hasta un aparador de madera repujada. Con rabia extrajo un rebenque que guardaba para corregir a sus hijos. "A golpes se hacen los hombres", era el refrán favorito de su padre y él lo seguía a pie juntillas.
Se sentó en uno de los suntuosos sillones de la sala y empujó al niño sobre sus rodillas. De un manotazo le dejó el culo al aire y lo castigó golpeándolo con brutalidad cinco veces.
Alejo no lloró, no gritó. Se mordió los labios hasta saborear sangre conteniendo los aullidos de dolor.
"Viejo de mierda, te odio",  repetía para sí cada vez que el rebenque lastimaba su trasero.
"Mocoso rebelde, ya verás como te doblego", juraba el padre con cada golpe.
Abelarda estaba en el dormitorio de Darío sirviéndole el almuerzo, locro de gallina, cuando escuchó el escándalo proveniente de la sala.
_ Presiento que Alejo se metió otra vez en problemas. Este niño nunca escarmienta _ suspiró intranquila la negra.
_ Escucho el chasquido del rebenque, ¡pobre hermanito! _ susurró atemorizado Darío. Todavía estaba fresco en su memoria el recuerdo de esas caricias de fuego cuando apenas contaba con tres años, aunque fueron pocas gracias a la irrupción de su madre.
_ ¡Estas loco Idelfonso! ¿Por qué lo golpeas? El mal que aqueja al niño no se cura con un rebenque _ le reclamó enfurecida quitándole de un tirón el rebenque.
_ Siempre lo apañas, mujer; a él y al otro caprichoso. Nunca llegarán a ser el orgullo de los Gómez Castañón, linaje de hombres duros, sin estigmas vergonzosos. Sólo Rubén es mi esperanza _ rezongó sudando ira.
_ Lo importante es que lleguen a ser hombres honorables, ¿algún día lo comprenderás, querido? _ y con dulzura le acarició la mejilla barbada suavizando la tensión del momento. Darío los observaba en silencio oculto detrás de la pollera vaporosa de su madre.
Idelfonso tomó la delicada mano y se la llevó a los labios. El la amaba, pero no aceptaba la forma en que educaba a sus hijos: mucha poesía, mucha religión, mucha música...¡no!, sus hijos necesitaban rigor.
Ahí estaba Rubén, su primogénito. "Él sí es de buena madera, un verdadero Gómez Castañón", pensó mientras veía alejarse a su mujer llevando en brazos a Darío. "No permitiré que tu delicadeza lo arruine", se prometió.
Rubén nunca probó el cuero del rebenque. Astuto y artero, de pequeño supo ganarse el cariño del padre mostrándose inflexible y despiadado con los esclavos y hasta con sus propios hermanos.
"Así es como se comporta un Gómez Castañón, con autoridad y soberbia", se enorgullecía y Carmen, la madre, ahogaba el llanto ante la perversidad del niño.
_ Abe, ayudalo, por favor _ le rogó Darío volviendo al presente. La negra abrió apenas la puerta y por allí espió con cautela. El dormitorio de Darío quedaba en el primer piso, de modo que Abelarda poco podía atisbar, sólo escuchaba los gritos del amo Idelfonso y eso bastaba para hacerla temblar.
_ Ta´bien amito, ahora mesmo abajo y que la Virgen me proteja _ y se santiguó tres veces seguidas.
Bajó la escalera de forma atropellada. En el último escalón se tropezó y rodó por el suelo golpeándose las rodillas y los codos.
_ ¡Negra estúpida!_ vociferó Idelfonso _ ¡Qué coño haces! _ dijo interrumpiendo los azotes. Alejo aprovechó la distracción y corrió a refugiarse en la cocina emplazada en el tercer patio.
_ ¡Ay, amo! casi me rompo el alma _ se quejó mientras se ponía de pie con dificultad _ Es que me apuraba pa´servirle el almuerzo _ se le ocurrió de improviso, más tranquila al darse cuenta que Alejo había huído.
_ Entonces no te quedes ahí parada como una burra sin su zanahoria y sirve el almuerzo de una vez por todas. Quita un plato de la mesa, Alejo está castigado, hoy no almuerza ni cena, ¿has entendido? _ gruñó buscando con la vista al sabandija. "El granuja ha desaparecido", bufó.
_ S-s-si.si amo, como su señoría ordene _ Abelarda contestó y desapareció más rápido que un rayo en la tormenta.
_ Más te vale obedecer negra holgazana, sino, te moleré a palos _ los rugidos amenazantes llegaron hasta el tercer patio. Abelarda ocultando una sonrisa manifestó su rebeldía. "Así me despelleje, viejo e´mierda, mi Alejo no va a pasar hambre".
Entró muy oronda en la cocina, arreglándose el pañuelo colorado que se anudaba en la cabeza para mantener a raya su pelo crespo.
_ ¡Adela! _ llamó a una negrita de unos trece años, atrevida y desenvuelta _ Con cuidado llevá la olla del locro y serví a los amos. Están esperando, ¡apurate!, ¿que mirás? _ Abelarda siguió la mirada de la chica y descubrió a Alejo escondido en el cajón de las papas.
_ ¡Alejo!, salí de ahí y vo´, mové las tabas que te están esperando, ¡carajo!. Y ojito con contar que el Alejo está acá, sino te vua a colgar de las trenzas en aquel urunday _ se desquitó con Adela señalando el árbol que crecía solitario en el centro del patio junto al aljibe.
La negrita, con paso rápido y cara de susto, se escurrió de la cocina cargando la enorme olla humeante.
 _ Gracias Abe, sos tan buena como mi mamá _ Alejo la abrazó y le estampó dos besos en la mejilla.
_ ¡Soltá, soltá! _ dijo emocionada _ y ahora, comé. El locro está pa´chuparse los dedos. Y en dispué se me come un tazón llenito de arroz con leche y canela.
Alejo se encaramó a un banco que la negra empujó hacia la sólida mesa de quebracho donde picaba la verdura, trozaba la carne de vaca y amasaba el pan.
_ ¡Coma despacio m´hijo, no sea angurriento! _ lo amonestó sonriendo.
_ Es que está riquísimo, Abe.
Un mohín de satisfacción iluminó el rostro redondo y lustroso de la negra."Mi niño lindo, ¡cuánto te quiero!".
_ Y contame grandísimo sinvergüenza, por dónde andabas _ le preguntó distraída exprimiendo una naranja.
_ Por el "El Candombe" _ dijo con la boca llena de garbanzos y porotos.
_ ¿¡Cómo!? _ se alarmó la mujer _ Ese lugar es muy peligroso pa´un niño blanco.
_ Tranquila Abe, no fui solo, me acompañó Lautaro _ trató de calmarla.
_ ¡Que gran compañía!, ¡el Lautaro! Ese indio malparido me va a escuchar. Alejo, los negros de ese barrio son muy peligrosos...
_ Es que ahí vive una amiga mía _ le explicó mientras se deleitaba con el jugo de naranjas que le preparó Abelarda.
_ ¿Qué amiga? _ se preocupó.
_ Felipa, una niña blanca que vive con su abuela Filomena. La conocí hace unos días en La Recova. Su madre vendía mazamorra y ella me pidió que le comprara. _ explicó detalladamente.
_ La hija de la Andra _ dijo en un suspiro
_ Sí, así se llama la madre, ¿la conocés? _ se interesó.
_ Es esclava de los Torres. Muchas veces me la encuentro en la feria que está cerca del puerto. ¡Pobrecita! _ meneó la cabeza con pena.
_ ¿Por? _ receló Alejo.
_ Me contaron las comadres que la esposa de Torres, todas las noches, la muele a latigazos, ¡la gran perra!
_ Pero, ¿por qué hace eso?, ¿intentó escapar? _ Alejo estaba desconcertado
_ ¡Nooo! Lo hace por entretenimiento, la señora se divierte castigándola. Por suerte la pequeña está con su abuela sino... _ Abelarda calló por temor a asustar al niño
Doña Aurelia Torres odiaba a Andra. Desde que la compraron su marido abandonó la cama matrimonial para perderse por las noches en los galpones donde dormían los negros...donde dormía Andra. También odiaba a Felipa, fruto de un amor prohibido, amor que ella nunca conoció. Antes de enfermar su marido comprobó como el muy infiel pasaba las tardes viendo jugar a la niña a los pies de su madre. Aurelia, con asco, comprendió que el hombre deseaba a Felipa.
_ Esa mujer es peor que papá _ Idelfonso recurría al látigo sólo cuando se lo desobedecía.
"Felipa me necesita, no permitiré que esa bruja le haga daño, yo la protegeré", pensó Alejo como todo un caballero andante, interpretando el temor de Abelarda.


lunes, 26 de diciembre de 2016

UN NUEVO AMANECER, Cap.7

"Vienen hacia mí tu fragancia,
 tus silencios y tu sonrisa,
 más hermosa que el amanecer".  Marco Matos


Pasaba la medianoche y Bautista no podía conciliar el sueño. No podía quitarse de la cabeza la imagen de esa mujer que creía conocerlo. Él no la recordaba, por mucho que se esforzara, no lo conseguía. Sin embargo, esos ojos, luminosos como esmeraldas exquisitas...y esa fragancia que percibió al acercarse a ella, una fragancia que le resultó familiar...ella olía a jazmines y a ámbar. Sonrió al percatarse de su primer recuerdo después de tanto tiempo. Pero, ¿quién era ella?, ¿de dónde la conocía?, ¿significó algo en su vida?. Preguntas sin respuestas, interrogantes que caían en el vacío.
Perdido en sus pensamientos no escuchó llegar a Imanol.
A la mañana siguiente, lo esperó ansioso en la sala. El desayuno estaba servido cuando apareció.
_ Imanol, ¿cómo está ella? _ dijo sin preámbulos.
_ Bien, más tranquila y avergonzada. Te confundió con su marido que murió en Caseros _ mintió con descaro.
La desilusión se pintó en el rostro de Bautista, Imanol lo advirtió y trató de consolarlo.
_ Bautista, ¿qué pensaste?, ¿que esa mujer venía a iluminar tu pasado?...¿Acaso la recuerdas? _ se preocupó.
_ No, sólo que por un momento el aroma de esa mujer, el color de sus ojos, me sacudieron. Es la primera vez que esto me sucede, Imanol.
_ Quizás la presencia de Lourdes, así se llama, ¿te dice algo ese nombre? _ preguntó en ascuas.
_ Nada
Imanol respiró aliviado.
_ Como te decía, quizás la presencia de Lourdes removió vivencias escondidas en tu memoria, sin que tuvieran necesariamente algún vínculo con ella._ explicó con autoridad mientras untaba una rodaja de pan con mermelada de naranja simulando indiferencia.
_ Puede ser..._ la aparición de Amelia lo distrajo. "¡Que bella es!", pensó maravillado.
Se saludaron. Bautista le corrió la silla y ella, con una sonrisa coqueta, se sentó con elegancia muy cerca de él.
_ ¿Café?, ¿torta de manzana con canela? _ ofreció solícito Bautista.
_ Me acostumbras mal, Bautista. Aprende de él Imanol _ regañó salamera a su hermano._ Que sabes de esa loca. _ continuó cambiando el tono de voz, ahora frío y severo.
_ Precisamente de eso estábamos conversando antes de tu entrada teatral _ dijo de malhumor.
_ ¡Hermanito!, siempre tan simpático _ ironizó.
_ Me contó Imanol que esa señora me confundió con su marido muerto en la batalla de Caseros, la misma en que me hirieron provocando mi amnesia _ le explicó _ ¿Está a tu gusto el café? _ preguntó restándole importancia a la información anterior.
_ No les dije que está loca. ¿Así que ve fantasmas? ¡Dios mío! Me imagino que le has recomendado un tratamiento, Imanol. No puede ir por la vida incomodando gente _ se alteró.
_ Amelia, despreocúpate, ya no molestará a Bautista con sus desvaríos _ aseveró contundente Imanol.
_ Mejor así, mejor así. ¡Humm!, esta torta es una delicia, realmente Candelaria es una cocinera magnífica _ exclamó volviendo a ser la mujer risueña de costumbre._ Y tú, ¿de que te ríes? _ continuó extrañándose de la actitud de su hermano.
_ Simplemente estoy felíz de estar aquí en tan agradable compañía, y lejos, muy lejos de nuestro querido padre _ se refería a don Arturo Pacheco del Prado, duque de Nájera, hombre autoritario y recto en sus convicciones.
_ Deja tranquilo a nuestro padre que es un santo. Bien contento que recibes el dinerillo que nos envía todos los meses _ lo amonestó airada.
_ Dinerillo que envía, como tú dices, para tenerme sujeto en estos lares alejados de Dios sin perturbar su omnipotencia _ ante sus declaraciones, el ambiente se tornó tenso.
_ Imanol, me consta que tu padre te quiere _ intervino Joaquín que como de costumbre llegaba tarde al desayuno.
_ Me quiere ver muerto, primo _ dijo sorprendiendo a todos.
_ Perdoná mi curiosidad, pero, ¿cuál es el problema con tu padre? _ se interesó Bautista.
Amelia, suavemente, pateó a su hermano por debajo de la mesa.
_ Nada grave _ aclaró mirando a su hermana _ Sólo que hoy me levanté de un pésimo humor. Antes del Rio de la Plata, estuvimos una temporada en Inglaterra. Extraño mi tierra, Bautista. Hay días, como hoy, que quisiera abordar un barco y regresar a mi España adorada _ Imanol se mostró consternado.
_ ¿Y qué te lo impide? _ Bautista estaba intrigado con tanto misterio.
_ Negocios, amigo mío, negocios por resolver. Si bien amo la medicina, debo abandonarla por los negocios ganaderos. Y hasta que mi padre esté completamente conforme con las tratativas que estoy llevando a cabo con algunos estancieros importantes de la zona, tengo vedado mi regreso. Por suerte aquí estais vosotros, amigos entrañables, que hacéis mi estancia agradable.
_ ¡Desagradecido!, ¿te olvidas de mí? _ protestó ofendida Amelia.
_ Claro que no, hermanita. Tú nunca me abandonas, aunque sé que has hecho este viaje, más para huir de tu prometido que para compartir me destierro _ bromeó mejorando su ánimo.
_ No me recuerdes a ese pelmazo. Gracias a la Virgen de la Macarena y a nuestro padre, me salvé de ese cazafortunas. El muy necio supuso que padre le concedería mi mano sin investigarlo, ¡pobre tonto! Todo fue una parodia, una triste parodia que por poco provoca mi desgracia _ confesó apesadumbrada.
_ ¿Lo amabas? _ preguntó conmovido Bautista.
_ Sí. Cuando el engaño quedó demostrado, creí morir. Acompañar a Imanol en este viaje ha sanado mi herida; además, conocerte a tí, Bautista, me ha hecho bien. _ Amelia le regaló una sonrisa provocativa.
_ ¡Cuidado Bautista! parece que mi hermanita te tiene en alta estima, no vaya a ser...
_ ¡Calla sopenco! No seas ridículo, sólo veo en Bautista a un gran amigo, comprensivo...Él me escucha, no como tú que sólo piensas en tí _ le echó en cara un tanto alterada y sonrojada.
_ Bueno, bueno, basta de pelea primos _ terció Joaquín _ disfrutemos de este exquisito desayuno y de este maravilloso día.
_ ¡Se nota que estas enamorado! _ festejó Bautista.
_ Mucho, soy inmensamente felíz._ dijo soñador _ Y Amelia, ya conocerás en estas tierras alguien que te merezca _ le auguró.
_ ¡Que la Macarena te escuche primo! _ rió mirando con picardía a Bautista.
_ Pasando a un tema más interesante que los romances de mi hermana _ dijo ceñudo Imanol _  Joaquín, necesito que me presentes a un tal Lorenzo Escalante. En el club "El Progreso" me han comentado que posee unos campos excelentes y que su ganado es de primera calidad. Podría obtener buenas ganancias si lograra cerrar un trato con él. Mi padre estaría muy satisfecho y posiblemente me permitiría regresar...
_ ¡Qué manía la tuya hombre! ¿Acaso mi patria te trata mal? _ saltó Joaquín.
_ Claro que no, pero extraño mis raíces, ¿comprendes?
_ Te comprendemos, aunque te vamos a extrañar _ intervino Bautista causando satisfacción en Imanol.
_ Y  a mí, ¿me extrañarás, Bautista? _ preguntó con dulzura Amelia.
_ Por supuesto, mi bella dama _ dijo con galantería besándole la mano y despertando ilusiones en Amelia.
Imanol disimuló el disgusto que le provocó la respuesta de Bautista atragantándose con el café.
_ Volviendo al tema de Escalante, me interesa lo referido a la curtiembre que le pertenece. Sabeis como se aprecia el cuero en España. ¿Qué opinas Joaquín?, ¿tendré alguna oportunidad?. También me ha llegado el rumor que es reacio a negociar con España. ¿Tú sabes el motivo?
_ Me resultan insólitos esos comentarios, aunque las pocas veces que conversé con él fue unicamente sobre literatura. Te prometo que haré algunas averiguaciones al respecto. Un buen momento para que trabes relación con don Lorenzo será en la Ópera. Asistirá con doña Mercedes y su sobrina, Lourdes Aguirrezabala. _ miró de reojo a Bautista temiendo su reacción.
_ ¿Lourdes? _ balbuceó Bautista
_ ¡Esa loca otra vez!, no iremos _ determinó Amelia.
"¿Esa puta irá también?, ¿qué pretende esa descarada?.Bautista es mío, sólo mío".
  _ Nada de eso, iremos. ¿Cuál es el problema Amelia? Todo está aclarado, ella ya ha comprendido que nada la relaciona con Bautista. No lo molestará más. _ la tranquilizó.
Bautista se inquietó al escuchar las afirmaciones de Imanol. ¿Por qué sentía esa opresión cada vez que se la nombraba? Él no deseaba que ella se apartara de su vida, pero, ¿por qué?.