Novelas en capítulos y cuentos cortos

domingo, 15 de enero de 2017

UN NUEVO AMANECER, Cap.10

"¡Yo soy oscuro y misterioso! Puedo ser muy peligroso para todos ustedes.
 ¡Soy el enemigo!".

Rafael regresó de la casa de Lourdes apesadumbrado y pensativo. Ver a esa mujer, estar tan cerca de ella lo perturbó. "Su fragancia despierta mis sentidos, ¿por qué?", se preguntó una y otra vez mientras caminaba a paso lento por las bulliciosas calles porteñas.
Amelia lo esperaba ansiosa. Cuando lo vio atravesar la puerta del comedor no pudo frenar el impulso de abrazarlo. Él, sorprendido, correspondió a la muestra de afecto de la joven.
Amelia sintió que su sangre bullía por el contacto de esas manos viriles que rozaban la piel de su espalda. Ardió de deseo.
"Serás mío", se prometió. "Anhelo yacer bajo tu cuerpo, sueño con ese momento".
_ ¡Cuánto has tardado! _ le recriminó con una sonrisa que ocultaba su preocupación y enojo.
_ Debía hacerlo, debía enfrentar a la tal Lourdes Cané, saber si despertaba en mí algún recuerdo...
_ Pero si Imanol te dijo que todo había sido un error _ lo inturrumpió con brusquedad.
_ ¡Amelia!, ya lo sé, pero igualmente debía...quería conversar con ella _ la contradijo con fastidio.
_ ¿Y?, ¿qué ha sucedido? _ Amelia era un manojo de nervios.
_ Nada, absolutamente nada _ no quiso confesarle su inquietud, quizá todo era producto de su imaginación.
_ ¿Has visto? _ respiró aliviada _ Hazle caso a Imanol y olvídate de esa mujer _ le sugerió en tono meloso.
Lo tomó del brazo y juntos se sentaron a la mesa ya servida. Candelaria los esperaba con un cucharón de cobre en la mano.
_ Señor Bautista le preparé este guiso de lentejas especialmente pa´usté. Dice el Joaquín que las lentejas tienen mucho fierro, capaz de levantar a los muertos. Y créame, usté parece uno _ la negra le sirvió un plato de loza hasta el borde; trozos de cerdo sobresalían entre las lentejas, las papas y las zanahorias.
_ ¡Candelaria!, esa no es forma de dirigirte a tu patrón. No te tomes atribuciones que no te corresponden _ la reprendió de mala manera.
_ Amelia, por favor, ella sólo se preocupa por mí. Gracias Cande, está muy rico _ dijo probando la suculenta comida. Candelaria se retiró ofendida con la petulante dama que siempre la corregía. "¿Cuándo se volverá pa´sus tierras esta arpía?", rumió entre dientes.
Luego del almuerzo, Rafael se retiró a su dormitorio. Ese día tenía libre en la redacción y lo aprovecharía durmiendo ya que la noche anterior se había desvelado pensando en Lourdes.
_ ¿Me llevarás a dar un paseo por la Alameda esta tarde? _ le rogó Amelia entornando las pestañas.
_ Por supuesto, esta tarde soy todo tuyo _ le prometió besando su mano y la joven voló al cielo.

Amelia leía una novela de Charles Dickens, David Copperfield, cuando Imanol llegó alterado de la calle.
_ ¡Hombre!, ¡qué cara tienes!, ¿qué ha pasado? _  se sobresaltó al notar a su hermano desencajado. Una mano revoleaba un sobre lacrado.
_ El cartero me ha entregado una carta de nuestro padre. ¿Qué diantres querrá ahora? _ se quejó malhumorado. Su padre representaba para él un tumor imposible de extirpar.
_ ¡Abrela, así lo sabremos!_ lo alentó Amelia, también en ascuas.
Imanol tomó asiento en la "chaise longue" de brocato azul, frente a su hermana. Tiró con rabia el cigarro que fumaba en la chimenea que tenía a su espalda. De una mesita de palo de rosa tomó una copa de cristal que llenó con un jerez que trajeron de España como regalo para su primo Joaquín. La notable fragancia a nuez y a caramelo lo transportó a otro tiempo, no muy lejano, a un tiempo en el que fue feliz. El amor había obrado el milagro: no más rebeldía, no más indagar en los misterios del cuerpo humano. Por primera vez se sentía completo, bienaventurado...Hasta que su padre, enterado de la relación amorosa, desbarató todas sus ilusiones.
Con recelo rompió el sello y comenzó a leer en voz alta.
"Hijo, pecando de reiterativo no me apena recordarte que tu comportamiento en esas tierras lejanas no deshonre mi honorabilidad. Confío en ti Amelia, tú eres mis ojos, no lo olvides.
Imanol, tu último informe sobre la importación de cueros y grasa que finiquitaste con los señores ganaderos de la región me han satisfecho sobremanera, ¡felicitaciones!.
Sin embargo, aún arden por aquí las consecuencias de tu infame comportamiento, por lo tanto deberás permanecer en Buenos Aires un tiempo más.
Aprovecha tu estancia para ponerte en contacto con los principales terratenientes, deseo invertir en la compra de tierras. Busca un trato ventajoso para nuestra familia.
Me despido esperando buenas nuevas con respecto a los negocios que te he encomendado.
Y te repito, cuida tu reputación, el apellido Pacheco del Prado está en juego, no lo ensucies.
Amelia, cariño, vigila a tu hermano. Sé su sombra, tú sabes de lo que es capaz.
Arturo Pacheco del Prado, Duque de Nájera".
Con displicencia arrojó la carta sobre el regazo de Amelia.
_ ¡Odio a ese viejo del demonio! _ estalló, una vena le latía díscola en la sien.
_ Relájate, padre está preocupado y con razón _ expresó con severidad al tiempo que releía la misiva.
_ ¡Sandeces! Soy un ángel.
_ Un ángel maligno _ sentenció sonriendo con malicia.
_ Nadie me entiende, no son capaces de hacerlo. Yo estoy más allá del bien y del mal. Todo lo que hice no fue por placer sexual, en realidad, me producía paz mental _ habló destilando superioridad, se acercó a una pitillera de plata, sacó un cigarro, lo golpeó contra la superficie ondulada y luego lo encendió.
_ Paz mental para ti, para nosotros fue la hecatombe _ se horrorizó Amelia.
_ ¡Vamos querida!, no fue tan oscuro y obseno como ustedes intentan hacerlo parecer. Te aseguro que me divertí bastante.
_ ¡Estás completamente loco! Te advierto Imanol, compórtate o si no...
_ O si no ,¿qué hermanita? _ con la rapidez de una víbora cascabel la tomó del cuello apretándole la garaganta con saña._ ¿Se lo contarás a papito? _ una carcajada siniestra reverberó en la sala.
_ No, claro que no. ¡Suéltame! _ le exigió sin amedrentarse _ Sólo te pido que lo que tengas que hacer, lo ejecutes con suma discreción.
_ No hace falta que me lo digas, sé como moverme en lo prohibido _ con movimientos elegantes se sirvió otra copa de jerez y le ofreció otra a su hermana _ Brindemos, que nuestros deseos más profundos se cumplan.
Los hermanos chocaron sus copas, cómplices en un plan maquiavélico que pondría en jaque a muchos.
Por la tarde, el tibio sol de otoño, fue testigo de un encuentro inesperado en la Alameda.
Amelia y Rafael caminaban del brazo entretenidos en una conversación trivial cuando de repente una niña los atropelló.
_ Pequeña, ¿qué haces? ¡Deja de llorar! _ gritó disgustada por la interrupción Amelia.
_ ¿Alba?, ¿qué te ocurre? _ Rafael reconoció a la hija de Lourdes que a pesar de llorar desconsoladamente sentada en la tierra, continuaba chupando su pirulín.
_ Miguelito me quiere robar mi pirulín. ¡Es mío!, me lo compró el tío Lorenzo _ con inocencia se limpió la nariz en la falda de organza de Amelia.
_ ¡Niña asquerosa! _  y con fuerza la apartó de su vestido.
_ ¡Alba!, ¡Alba! _ Lourdes apareció ante ellos con las mejillas arreboladas por la carrera persiguiendo a su hija. Detrás de ella, Miguelito riéndose de su hermanita, en la mano sostenía la sombrilla de su madre.
_ ¡Tú, otra vez! _ se fastidió Amelia.
_ Perdón, no es mi intención molestar _ contestó irritada, ver a Rafael con la morena le hervía la sangre _ Alba, ¿cuántas veces te dije que no tienes que apartarte de mí? ¡Que desastre!, tu vestido nuevo manchado de barro y caramelo _  levantó a la niña del suelo y le limpió la carita con su mantilla. En ese instante se le ocurrió una idea _ Señor Bautista, aprovecho esta oportunidad para invitarlo al teatro de "La Victoria" el próximo sábado. Es el debút de la ópera "Rigoletto" del maestro Verdi. Será un gran acontecimiento _ Lourdes no podía creer su desparpajo, "estoy dispuesta a todo por recuperarlo".
_ Muchas gracias por la invitación, Lourdes, con mucho gusto asistiré _ sin comprender por qué, Rafael amó pronunciar el nombre de la mujer
_ Asistiremos _ retrucó Amelia decidida a dar batalla.





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