Novelas en capítulos y cuentos cortos

martes, 28 de febrero de 2017

UN NUEVO AMANECER, Cap.16

"Y en este titubeo de aliento y agonía,
 cargo lleno de penas lo que apenas soporto.
¿No oyes caer las gotas de mi melancolía?"  Rubén Darío

Buenos Aires, 1856
"Mi sol, así solía llamarme. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Era la época de los abrazos y los besos, de un amor profundo capaz de enfrentar al más abominable enemigo. Mi sol, solía susurrarme con dulzura al oído y mi mundo se convertía en un caleidoscopio de colores. ¡Cuánto daría por volver a escuchar de su boca...Mi sol, te amo".
Lourdes sentada bajo la sombra del añejo naranjo, testigo de numerosos acontecimientos familiares, intentaba bordar el cuello de un vestido para Alba. Cada tanto se pinchaba un dedo y maldecía interrumpiendo sus melancólicos pensamientos.
Era una clara y tibia tarde de principios de marzo. Atrás había quedado la Navidad y las festividades de Nuevo Año. Jamás la soledad la había herido tanto. "Tan cerca de él y a la vez tan lejos", suspiró con angustia. Si no hubiera sido por sus hijos hubiera permanecido encerrada en su dormitorio, aislada de todo jolgorio.
Recordó la mañana en que se lo encontró por casualidad en la Alameda. Ella creyó ver cierta chispa de alegría en sus ojos ambarinos y eso la envalentonó para invitarlo a la cena de Nochebuena. El iba a aceptar cuando de pronto apareció Amelia cargada de paquetes.
_ ¡Bautista! _ las facciones de Amelia se avinagraron al ver a Lourdes _ Lourdes, ¿comprando regalos como nosotros? ¿Me ayudas, querido?
Lourdes se sintió morir al escuchar ese "querido" meloso y afectado. "¿Qué se propone esta arpía? Ella sabe que es mi marido...¡Rafa es mío maldita sea!". La situación empeoró cuando él con diligencia ayudó a Amelia a cargar los regalos.
Lourdes, parada como una estaca frente a la pareja, no supo que decir. Callada y pálida, los observaba atónita.
_ Lourdes, ¿puedo llamarte así, verdad? _  Amelia sin esperar su consentimiento continuó _ Perdona, pero debemos seguir con nuestras compras, aún me queda pendiente el regalo de mi hermano. ¡Uf!, ¡que cansada estoy!, menos mal que pasaremos el verano en la quinta del Retiro _ la miró com malicia _  ¡No soporto los olores de la ciudad, tan nauseabundos durante la época de estío! ¿Nos vamos querido?
_ Amelia, Lourdes me ha invitado a la cena de Nochebuena _ le informó.
_ ¡Que bonito detalle!, pero lamentablemente no podremos asistir. El director de "El Nacional", el señor Faustino Sarmiento nos honrará con su presencia justamente en Nochebuena. Lo siento, querida _ afirmó con aire de superioridad.
_ En realidad la invitación era sólo para Bautista _ dijo cortante.
_ ¡Ay, lo siento!, pensé que mi hermano y yo estábamos incluídos _ contrita bajó la mirada y con nervosismo retorció los pliegues de su pollera de muselina floreada. La mascarada le dio resultado porque Bautista, afligido, la consoló pasando el brazo libre sobre sus hombros.
Lourdes, al ver la reacción de él, reprimió un estallido de cólera que casi la delata. En ese momento deseó asesinar a Amelia. "¡Bruja!", bramó en su interior.
_ Lourdes, con pesar debo declinar la invitación. Como bien dijo Amelia ya nos hemos comprometido con el señor Sarmiento. Otra vez será _ Lourdes percibió cierta desilusión en Rafael y eso la consoló.
_ Entonces, otra vez será _ respondió ella con triste serenidad. El se inclinó, le tomó la mano y la besó.
Era la primera vez, desde su sorpresivo encuentro en el compromiso de su amiga Clarita, que él la tocaba.
Ese beso quedó grabado en su mano y en su alma.
Los vio alejarse tomados del brazo y lloró sin temor a que las chismosas de siempre la vieran.
_ ¡Lourdes!, ¡Lourdes!, Clarita está aquí _ los gritos de Tina la arrancaron de aquel día gris.
_ ¿Clarita? _ con rapidez se secó las lágrimas en el ruedo del delantal y corrió a la sala dejando el bordado y los hilos desparramados sobre el piso de laja.
Se abrazaron entre risas.
_ Amiga, ¡que felicidad!¡Estás radiante! ¿Cuándo regresaron?  _  preguntó ansiosa a Clara Mendez, novel esposa de Joaquín Insúa y recién llegada al país luego de su viaje de bodas por Italia.
_ Anoche. Me moría por verte _ juntas se sentaron en un mullido sillón de dos cuerpos, deseosas de compartir secretos y confidencias. Clara era su única amiga, la había conocido poco después de la supuesta muerte de Rafael, surgiendo entre ellas una amistad leal e incondicional.
Tina apareció con una fuente de pastelitos de membrillo que depositó sobre una mesita cercana a las muchacahas para que pudieran servirse con comodidad.
A Tina la siguió Lola con la pava y el mate.
_ Con cascaritas de naranja. Como a usté le gusta, mi niña _ dijo la negra con una sonrisa franca.
_ Gracias Lola, podes retirarte, yo cebo _ Tina ya había desaparecido, sospechaba que las jóvenes tenían que ponerse al día y que deseaban hacerlo a solas.
_ No, no, deje niña, yo les cebo _ insistió Lola.
_ ¡No!, quiero que nos dejes solas Lola. Preocupate mejor en cuidar a Alba y Miguelito que se están peleando en la cocina. Desde acá escucho sus gritos. Y, por favor, por un buen rato no nos molesten. Y ahora, ¡desaparece! _ la regañó.
La negrita dio media vuelta y salió disparada como una flecha hacia la cocina.
_ Esta Lola es un encanto _ dijo Clara mientras se deleitaba con un pastelito.
_ Si, pero muy metida _ las amigas rieron, y enseguida Lourdes preguntó con picardía
_ ¿Y qué tal la noche de bodas?
_ Mejor que cualquier cuento de hadas. Vos tenías razón, si hay amor, nada hay que temer. Mi pobre madre me aturulló de consejos que me asustaron y cohibieron. Debo confesarte que si le hubiese hecho caso, hoy estaría llorando por la desilusión. Sin embargo, gracias a todo lo que conversamos el día anterior a mi casamiento pude entregarme a mi Joaquín sin vergüenza y sin miedo. Fue dulce y amoroso, respetando mis tiempos...¡soy feliz Lourdes, inmensamente feliz! _ exclamó con las mejillas sonrojadas. Comenzó a abanicarse con fuerza.
_ Me alegro Clara, me alegro_ a pesar de sentirse feliz por su amiga comenzó a llorar. No quiso, pero no lo pudo evitar.
_ Querida, ¿qué te sucede? Pero que tonta soy, yo hablándote de mi felicidad y tú sufriendo por ese bellaco desmemoriado _ la salida de Clara logró que Lourdes sonriera.
_ Perdón Clarita, no es mi intención empañar tu felicidad, pero...pero esta incertidumbre me supera. Disimulo delante de los niños, disimulo delante de la abuela, de Tina y del tío Lorenzo...no quiero angustiarlos. Pero ya no aguanto más... _ se cubrió el rostro con las manos y lloró desconsoladamente.
Clarita dejó el mate a un lado y la abrazó, la consoló con ternura.
_ Lourdes, vas a ver como todo se encamina. Bautista, digo, Rafael...o como se llame, recuperará la memoria, te buscará y nadie los separará.
_ Es que esa horrible mujer, Amelia, siempre está interponiéndose. ¡Me lo quiere robar,Clara!¡Esa arpía me lo quiere robar! Y él...él...está embobado con ella. Ya no me quiere, Clarita, ya no.
_ No digas eso Lourdes. Estoy segura que él sigue amándote.¡Confía! _ la animó.
_ ¿Hasta cuándo debo esperar? Ya pasó casi un año y ¡nada! _ gimió hipando.
_ No lo sé, querida, no lo sé _ se lamentó deseando tener la respuesta que reconfortara a su amiga.





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