Novelas en capítulos y cuentos cortos

martes, 24 de enero de 2017

UN NUEVO AMANECER, Cap.12

"Juntos ayer. Parecía siempre.
 Ahora, ¿qué somos?".                 Marco Matos


 El canto del gallo la despertó. Abrigada con su  poncho rojo, regalo de un abuelo que nunca conoció, caminó con paso rápido hacia el tercer patio. Allí la esperaba, como todas las mañanas, un amigo entrañable.
Entró en el establo tiritando. "Este otoño se presagia muy frío", pensó mientras se agachaba para recoger un puñado de alfalfa, el bocadillo predilecto de él.
_ Buenos días dormilón.
Un relincho de bienvenida le robó una sonrisa. Moro, el caballo de su Rafael, le arrebató el alimento de la mano.
Con cariño, Lourdes le acarició la testuz, suave como el terciopelo. El caballo apareció una noche en la antigua casa de Rafael, la que compartía con su padrino y su abuela, los dos ya fallecidos. Fueron los nuevos propietarios del lugar, conocedores de la trágica historia, los que se lo trajeron provocando una inesperada alegría en ella y los niños.
_ Lo extrañás tanto como yo, ¿verdad amigo? _ y como todas las mañanas, lágrimas caprichosas rodaron por sus mejillas.
_ No llores, por favor _ la vocecita la sobresaltó. Giró con brusquedad y se topó con la mirada triste de su hijo.
_ Me asustaste Miguelito, ¿por qué me seguiste?, ¡hace mucho frío! _ inmediatamente se despojó del poncho de vicuña para abrigar al pequeño.
_¡Mamá!, la lana del poncho me hace cosquillas en la nariz _ protestó.
Lourdes lo abrazó y besó la cabecita de rizos oscuros. Ambos rieron divertidos. Moro, sin hacer caso de la escena de amor maternal, continuó devorando su desayuno.
_ Así me gusta verte mamita, contenta y sin lágrimas. No estés triste por papá, él desde el cielo nos cuida _ Lourdes se sintió fatal por ocultar a sus hijos la verdad. "Es preferible que aún no sepan que está vivo, ellos no comprenderían la amnesia de su padre", trató de consolarse. Los niños no lo habían reconocido cuando se presentó como Bautista, debía aprovechar la situación en favor de la recuperación de su marido.
_ Te prometo que esta noche no me voy a enojar cuando vayas al teatro _ dijo con seriedad.
Lourdes se impresionó por la madurez de ese muchachito de seis años, tan parecido a Rafael.
Volvió a abrazarlo, esta vez con más fuerza.
_ ¡Me ahogas mamá! _ chilló fingiendo toser para divertir a su madre _ ¡Te quiero mamita!
Moro relinchó, protestando por marginarlo de la conversación.
Madre e hijo estallaron en carcajadas. Miguelito tomó un cepillo y comenzó a pasarlo rítmicamente por el lomo del animal, que complacido, disfrutó de los masajes.
La mañana y la tarde pasaron en un suspiro. La noche la sorprendió ansiosa por encontrarse nuevamente con su amor. "Me acercaré a él y entablaré conversación. ¿De que le hablaré? ¡Ay, no sé! Bueno no importa, ya veré...Espero que esa tal Amelia no aparezca, siempre pegada a él como un parásito", bufó malhumorada. "¿Dónde se habrá metido Lola?, ¡cada vez que la necesito, desaparece! Odio el corset y odio ponérmelo".
_ ¡Lola, Lola!_ gritó exasperada.
_ ¿La ayudo amita?_ preguntó asomando la cabeza por la puerta.
_ Pasá, pasá, y dejá de llamarme "amita", ¡cuántas veces te lo tengo que repetir, maldita sea!_ se encabritó descargando en la negra su furia.
_ Ta ´güeno, no se me enoje. Deje que yo le ajusto el corsé. ¡Ya está! Y aura, el vestido _ lo sacó del ropero, era de muselina verde agua con mangas en forma de campana; una faja bordo marcaba su estrecha cintura, y un profundo escote volvía su apariencia sensual y provocativa. Completó su vestimenta con una mantilla de encaje bordo, un pequeño bolso de terciopelo también bordo y el infaltable abanico. Llevaba el cabello recogido en un rodete adornado con pequeñas flores de azahar. Unos aros de esmeralda resaltaban el color de sus ojos dándole un toque de misterio.
_ Quedó muy linda, pué!. No se mire tanto en el espejo y apúrese que en la sala la esperan doña Mercedes y don Lorenzo emperifollados _ la vapuleó Lola.
_ ¡Impertinente! _ lo dijo con una sonrisa suavizando todo encono.
Lourdes encontró a su abuela y a su tío enfrascados en un caluroso diálogo.
_ ¿Y cuándo fue el grato acontecimiento? _ Mercedes estaba radiante por la novedad.
_ Mujer, no entiendo porque estás tan emocionada por el nacimiento de tu peor enemigo _ Lorenzo se mostró perplejo.
_ Es que Juan Manuel de Rosas, ese viejo maldito, dejó de ser el dueño absoluto de la pobre Manuelita. Bastante sufrió la pobre cuando lo enfrentó por primera y única vez para defender su amor por Terrero...
_ Rosas se opuso con fiereza al matrimonio, ¡cuánto rabió el maldito! _ exclamó con satisfacción.
_ Sí, pero de nada le sirvió, Manuela se salió con la suya y me alegro por ella...¡y ahora es madre!, brindo por eso _ con elegancia levantó la copa de cristal que contenía un exquisito licor de naranja, su debilidad.
_ ¿Por qué brindan? _ preguntó Lourdes al entrar en el comedor soberbiamente engalanada.
_ Por Máximo, el primer nieto de Rosas, y que el diablo tenga al Dictador bien sujeto allá en Inglaterra _ se rió Lorenzo levantando él también su copa.
_ Me alegro por Manuelita, siempre sometida por ese padre déspota _ suspiró Lourdes.
_ Bueno, bueno, no perdamos más tiempo o llegaremos al teatro ya empezada la función _ les reclamó Lorenzo empujándolas hacia la puerta. El carruaje los esperaba.
_ Tranquilo hermanito que no somos ganado de tu pastizal _ lo reprendió Mercedes.
La ocurrencia de su abuela la distendió y con esperanzas renovadas subió al coche de su tío tirado por dos portentosos zainos.
Ya en el teatro, se ubicaron en uno de los palcos cercanos al escenario luego de saludar a algunas de sus amistades.
El bullicio que precedió a la subida del telón, enloqueció a Lourdes. Todos conversaban, criticaban, reían. Las mujeres, con sus mejores galas y las joyas más deslumbrantes; los hombres, apuestos con sus trajes oscuros, cortejaban con descaro a tímidas señoritas que ruborizadas se ocultaban tras sus abanicos de nácar. Lourdes odiaba ese circo, sin embargo, sus ojos como espadas atravesaban el lugar buscando a Rafael. "¿Habrá venido? No lo veo. No, no vino", temió.
_ ¡Qué cara hija!, una sonrisa no estaría mal..._ la animó Lorenzo.
_ Lo intentaré, pero estos espectáculos no me agradan.
_ ¿Cómo es eso? ¿Acaso ya no te gusta la ópera? Dicen que la voz del tenor que interpreta al jorobado es espléndida.
_ No me refiero a "Rigoletto", me refiero a este otro espectáculo _ y con un movimiento del brazo abarcó toda la sala _ tanta hipocresí... _ la frase quedó inconclusa, congelada en sus labios al descubrirlo sentado en una de las primeras butacas.
Rafael tenía la mirada fija en ella. La saludó con un leve movimiento de cabeza. Ella hizo lo mismo e inmediatamente ocultó su rostro detrás de su abanico imitando a las ridículas damiselas que momento antes se ufanaba en criticar.
_ Lourdes, Rafael está aquí.
_ Sí abuela, y esa arpía está con él _  esa víbora le hablaba al oído a Rafael y él asentía perdido en los ojos oscuros de ella. "¿Me dejaste de amar Rafa?", pensó herida.
_ También está el doctor Imanol Pacheco del Prado _ agregó Mercedes.
Como adivinando que lo observaban, Imanol levantó la vista y las saludó con cortesía.
_ ¿A quién saludas Imanol? _ Amelia volteó la mirada y la cólera la invadió _ ¿Qué quiere esa zorra?
_ ¡Amelia!_ Rafael no daba crédito a la reacción de la mujer.
_ Perdona, pero me enerva que te persiga. Mi hermano ya le ha dejado bien claro que tú no tienes ninguna relación con ella _ protestó Amelia pasando una mano enguantada por la solapa de su saco.
_ Ella me invitó y me pareció caballeroso de mi parte asistir. No tengo por qué negarle mi amistad _ le aclaró con suavidad pero rotundo en su decisión.
_ Es muy bella, en el entre acto iré al palco a saludarla _ los sorprendió Imanol.
_ ¿Te gusta la viudita? _ Amelia aguijoneó a su hermano. "Buena idea hermano, sácala del medio".
Rafael esperó la respuesta con cierto disgusto.
_ Me atrae sobremanera. Quizás tenga alguna posibilidad de franquear su corazón. ¿A ti que te parece Bautista? _ dijo simulando interés.
_ No me parece, ella aún llora a su marido _ respondió de mala manera.
_ Ya es tiempo de que lo olvide y yo me encargaré de ello _ resolvió Imanol inquietando a Rafael y alegrando la noche a Amelia.
Las luces se apagaron lentamente alertando al público sobre el inicio del segundo acto. Las voces se acallaron y todos fijaron la mirada en el escenario, todos salvo Rafael que buscó en la oscuridad el brillo de unos ojos esmeralda que encendían incomprensiblemente su alma.
"Toda la noche la has estado mirando. ¡Maldito! ¿Es que yo no existo para ti?¿Cuánto más tendré que hacer para ganarme tu amor, tan siquiera tu atención?¿Qué debo hacer para calmar este fuego que me devora? Sueño con tocarte, tu boca me tienta, tu cuerpo me hace temblar. No permitiré que esa puta se interponga entre nosotros. Si es necesario, la mataré. Amo ver la sangre corriendo entre mis manos, sangre de mis adversarios. 
Bautista, tesoro mío, no me abandones en la gélida muerte, regálame una caricia, tan solo una, que haga vibrar mi cuerpo".