Novelas en capítulos y cuentos cortos

viernes, 2 de junio de 2017

UN NUEVO AMANECER, Cap.26

"Hay un viejo árbol en flor,
 sobre el que alegres pájaros
 cantan a todas horas
 en la más dulce armonía
 combinando sus cantos para marcar las horas".
Poema tradicional de Irlanda

Alba rezongó hasta llegar a la cocina, pero no bien traspuso la puerta corrió y se colgó del delantal multicolor de la cocinera rogándole con voz salamera una "taza gigante" de chocolate caliente con churros.
_ Y con muuuchooo dulce de leche Tomasita _ agregó guiñándole un ojo con picardía.
Rafael estalló en carcajadas y Miguelito se unió a la petición de su hermana.  Juntos se sentaron en la punta opuesta de mesa en donde estaba acomodado el hombre que no sacaba su mirada de los pequeños golosos.
Lourdes se aproximó a él y se sentó a su lado. Rafael al verla intentó ponerse de pie, pero ella se lo impidió con una sonrisa que le aceleró el corazón.
_ ¡Que sorpresa Bautista!, no sabía de su visita _ el rostro de Lourdes, tan bello, tan sereno, le cortó la respiración.
_ Imanol me comentó acerca del libro que le regaló a Miguelito y quise saber si le había gustado _ inventó en ese momento. En realidad estaba preocupado por la aproximación de Imanol al niño, desconfiaba del médico. No deseaba que se relacionara con aquella familia, no deseaba que se relacionara con Lourdes. Sentía celos, era inútil que continuara mintiéndose, sí, sentía tremendos celos de saberlo cerca de ella.
_ Muy amable de tu parte. Le encantó la historia, tanto que se pasó una noche en vela leyendo. Es un apasionado de la lectura. En eso se parece a su padre _ esto último lo recalcó intencionalmente.
_ A mí también me gusta leer. Me interesan los libros sobre política _ Rafael no comprendió el cambio repentino de Lourdes, sus facciones se ensombrecieron y sus labios, que tanto lo tentaban, se volvieron rígidos.
"De mí te olvidaste, pero de la maldita política...¡no! Tu amor por ella nos separó", pensó encendiendo su malhumor.
_ ¿Dije algo que te disgustó? _ preguntó extrañado por el cambio de Lourdes.
_ Odio la política y todo lo relacionado a ella. A causa de la política perdí a mi marido _ concluyó exasperada.
Rafael se perdió en el rostro de la mujer: los ojos refulgían acentuando el verde de su mirada, las mejillas arreboladas por el enfado eran el marco perfecto para una boca, húmeda y carnosa, que lo invitaba a devorarla.
Por un breve instante se mantuvieron en silencio. Se observaron con intensidad, tratando de entrar uno en el alma del otro procurando descubrir sus secretos más profundos.
Tomasa, se movía por la cocina ocupada en la preparación de la cena. Mientras cortaba chauchas no apartó en ningún momento su atención de ellos. Al notar que ya no conversaban, carraspeó nerviosa.
"¡Ay Diosito Santo!, la niña Lourdes se propone algo, la conozco, la conozco. No vaya a ser que le zampe la verdá a don Rafael. ¡Ay San la Muerte, no nos desampares!", dándoles la espalda se persignó tres veces, rito que hacía para alejar a los malos espíritus.
Lourdes desvió su atención hacia Tomasa y los niños que cuchicheaban entretenidos.
_ ¿Me acompañas a la sala? Debo decirte algo importante _ expresó con decisión y al pararse con brusquedad la silla cayó en el piso de piedra.
Tomasa pegó un salto y los niños la miraron intrigados.
_ No te asustes Tomasa, sólo se cayó la silla. Por favor cuida a los niños, Tina y la abuela Mercedes fueron de visita a la casa de Laura Insúa...
_ ¿A lo de la señora Laura?, ¡pobrecitas! _ Tomasa sintió pena por ellas. "Esa doña habla como una cotorra", pensó
_ Tienes razón Tomasa, pero así son ellas...masoquistas _ Tomasa asintió sin comprender el término empleado por su niña Lourdes, pero si ella lo decía así habría de ser.
_ ¡Mamita!, nosotros vamos con ustedes. Ya terminamos de merendar _ Miguelito se aproximó a Rafael _ ¿Me seguirá contando la historia de sir Lancelot? Mamita, ¿sabías que cuándo sir Lancelot era un bebé su mamá lo dejó al cuidado de la Dama del Lago? _ contó con precisión.
_ ¿La Dama del Lago?
_ Sí, mamá, un hada de las aguas._ dijo orgulloso de sus conocimientos.
_ Yo también quiero que me cuente que le pasó a ese bebé señor Bautista _ intervino Alba tironeándole la manga del gabán con insistencia.
Rafael se arrodilló poniéndose a la altura de la niña y con ternura le prometió hacerlo mientras le besaba las manitos sucias de tierra y dulce de leche.
_ El señor Bautista les contará todos los cuentos que se les ocurran, pero ahora no _ expresó terminante.
_ Mamita...¡que mala! _ protestó Alba.
_ No le digas mala a mamá Alba. Después de que ella hable con el señor Bautista, él nos contará la historia de sir Lancelot...
_ ¿Y del hada del lago? _ se entusiasmó
_ También, ¿verdad mamá? _ preguntó esperanzado.
_ Claro mis amores, pero ahora se quedan con Tomasa _ Lourdes no dejaba de maravillarse por la madurez de su hijito de ocho años.
Al llegar a la sala, Lourdes cerró la puerta y lo invitó a sentarse en el sofá. Ella, para sorpresa de Rafael, lo hizo a su lado.
Lourdes se mostraba serena, aunque en realidad era un manojo de nervios. Rafael estaba perplejo, no comprendía que estaba sucediendo.
Repentinamente, Lourdes se paró y caminó hacia el ventanal que daba al jardín. Corrió la cortina de gasa y se quedó petrificada mirando hacia afuera.
_ ¿Ves ese naranjo Bautista? _ Rafael se estiró y asintió con la cabeza. _ Ese árbol creció junto a mi madre,  acompañó mi niñez y fue testigo de los momentos trascendentales de mi vida. Mi madre, Consuelo, lloró bajo su sombra el abandono del hombre que amó y que desgarró su corazón. Nunca conocí a mi padre, desapareció como lo hacen los cobardes. Mi madre se enfrentó sola a la maledicencia y defendió la vida que llevaba en sus entrañas con coraje y orgullo. Sin embargo, la muerte fue más fuerte y se la llevó al nacer yo. Desde ese instante Tina y mi abuela Mercedes fueron todo para mi...mi madre, mi padre, ¡mi familia! No debo olvidar al tío Lorenzo, siempre mimándome y protegíendome. Pensé que no podría ser más feliz. Me equivoqué.
Un domingo, después de misa, un soldado federal me defendió de unos esbirros de La Mazorca que querían arruinar mi cabello con alquitrán. Yo siempre fui rebelde, odiaba la cinta color punzó que el Dictador Juan Manuel de Rosas nos obligaba lucir, de modo que nunca la usaba. Esa mañana me descubrieron e intentaron pegarla en mi cabello. Gracias a ese joven logré escapar. Escapé de esa horrible situación, pero no de él. Se metió en mis pensamientos, en mi corazón, en mi alma...lo amé sin saber quién era. Poco después, durante una procesión en honor al tirano, pasó delante de mi casa. Por insistencia de mi abuela me senté en el alfeizar de la ventana maldiciendo las imposiciones que debíamos sufrir para evitar la tortura y hasta la muerte. Recuerdo que rezongué, así como lo hizo recién Alba. "Es un circo, abuela", le dije crispada. "Shh niña, que pueden oírte. Por lo menos asómate a la ventana, así sabrán que nosotras nos unimos a ellos", pobre abuelita, ¡cuánto la hice renegar!
La gente comenzó a pasar aplaudiendo y vitoreando al Restaurador, y allí, entre esa chusma, estaba él, junto al cuadro de Rosas y de la Inmaculada. Altivo, sonriente...no podía dejar de mirarlo...y cuando sus ojos grises se toparon con los míos, me sentí morir.
Rafael la escuchaba absorto sin comprender a dónde quería llegar, qué buscaba con semejante confesión.
Lourdes controlaba las reacciones de Rafael confiando en que algo de su narración lo sacudiera. Hasta el momento, ¡nada!
_ No tarde mucho en conocer su nombre. Una tarde nos encontramos en la Recova. Yo iba con Lola a la mercería por hilos de seda y él hacía su recorrida oficial por la plaza de la Victoria. "El destino está empecinado en unirnos", me dijo, "Permítame que me presente, soy Rafael Cuitiño". Nunca imaginé que mi mazorquero fuera el ahijado de Ciriaco Cuitiño, el nefasto jefe de "La Mazorca". Saberlo me atemorizó, aunque no lo suficiente para apartarme de él. En el Paseo de la Alameda me declaró su amor, amor que yo le correspondía. Desde entonces no nos separamos más. Nuestros familiares se opusieron. Mi familia era unitaria; la suya, federal. Luego de muchas mentiras y dolor, mi abuela lo aprobó; pero su padrino, no. Huimos a Dolores donde nos casamos. ¡Que felices fuimos! Ahí no terminó nuestra odisea, debimos viajar hasta Bolivia atravesando todo el norte de nuestro país. Si los espías de Cuitiño nos hallaban tenían la orden de matarnos. Fracasaron y nosotros llegamos a salvo a nuestro destino.  Por un tiempo vivimos en paz hasta que mi tío Lorenzo, a escondidas mía, le propuso por correspondencia unirse a la causa unitaria que bregaba en Montevideo para derrocar a Rosas. Rafael aceptó y yo lo seguí, a regañadientes, pero lo seguí a pesar de mi embarazo. Miguelito nació en Montevideo. Como yo siempre temí, la lucha no se limitó a artículos acusatorios publicados en los principales periódicos; pronto se formó un ejército al mando del general Urquiza para derrocar al tirano. Rafael, a pesar de mis ruegos, se enlistó. El debía combatir, se debía frenar tanta atropello, tantos asesinatos...se debía instaurar la paz. Primero el amor por la Patria, esa mujer egoísta que se nutre con la sangre de maridos, padres, hijos...que sacia su sed con el llanto de esposas y madres.
Rafael secó mis lágrimas, me beso largamente, acarició las mejillas regordetas de nuestro hijo y besó la frente de Alba, dormida plácidamente en su cuna. Fue la última vez que lo vi...Luego de la batalla de Caseros, hito de la caída del Dictador, un oficial me comunicó la oscura noticia: mi Rafael había muerto en batalla y yo...yo conocí la desolación del infierno.
_ ¡Cuánto lo siento! _ atinó a decir. Un sentimiento extraño comenzó a crecer dentro de él a medida que Lourdes avanzaba con su relato. Muchas situaciones le resultaban familiares. La imagen de una anciana enferma que lo abrazaba y besaba con cariño asaltó su mente. Se vio llorando su muerte y se angustió.
"Abuelita Pancha", repitió en silencio. Ese recuerdo fue el ariete que abrió las compuertas de su memoria y tuvo miedo de enfrentarse a la verdad. Entonces Lourdes era ...¡su mujer! Miguel y Alba...¡sus hijos! "Lourdes, mi sol, mi amor ¿Por qué me dejaste en las tinieblas?", pensó mientras ella lo escudriñaba ansiosa.
_ Sólo eso _ dijo decepcionada controlando el llanto que pugnaba alborotado en su pecho.
Rafael la miraba sin revelar la tempestad que se desataba en su interior.
"Lourdes, te amo. Ahora comprendo esta atracción que sentí desde la primera vez que te ví. Tu fragancia a jazmines me hipnotizó, un perfume que viajó del pasado atravesando el olvido".
_ ¿Qué más puedo decirte? Si me perdonas debo marcharme _ "Aún no voy a decirle que recuperé la memoria, aún, no. Antes debo resolver otras cuestiones", decidió. Esas cuestiones se referían a Imanol y a Amelia. Su intuición le decía que ellos conocían la verdad, pero, ¿por qué se la ocultaron?, ¿qué se proponían?
_ Quisiera mostrarte algo _ Lourdes lo tomó de la mano y lo condujo al último patio.
Atado a un sauce, ramoneaba un caballo gris azulino. Al verlos llegar comenzó a relinchar como dándoles la bienvenida.
"Moro, mi fiel amigo, ¡estás vivo!", se alegró.
_ Que bello ejemplar _ dijo con frialdad disimulando sus sentimientos.
_ Perteneció a mi marido _ Lourdes, desilusionada, se dio por vencida.







martes, 30 de mayo de 2017

UN NUEVO AMANECER, Cap.25

"Era el fru-frú del almidón de tus enaguas
 cuando las sombras de la noche empezaban
 en las copas de los árboles.
 Era el tiempo de los abrazos y de la lluvia,
 las horas del amor profundo en las zarzas".   Marco Matos

Una semana antes del secuestro de Miguelito

La tarde plomiza acentuó la melancolía de Lourdes.  Sentada cerca de la chimenea, se arrebujó en su poncho de lana morada. El calor que se desprendía del fuego no bastaba para calmar el frío de su alma. Tantos encuentros con Rafael, tantas cenas, tantas conversaciones; algunos besos furtivos, algunas tímidas caricias y ...¡nada! El no recordaba, no la recordaba.
Mercedes no dejaba de alentarla: "No temas preciosa, en el momento menos esperado él recordará".
Pero, ¿cuándo? Los días pasaban, los meses pasaban y él...¡nada! ¡Maldito destino!
No deseaba llorar, estaba harta de derramar lágrimas por el amor de un hombre. No era una mendiga, era una mujer fuerte, pero cansada de enfrentarse a tantas arbitrariedades.
"Si no me recuerda que se vaya al infierno", pensó secándose con rabia las lágrimas que juró serían las últimas.
Las hojas de papel que dormían en su regazo la llamaron con insistencia. Leer aquel diario le hería el corazón, pero malévolo, se obstinaba en reclamar su atención.
Enero de 1845
Jueves
Cabalgamos sin descanso. Montamos juntos en el mismo caballo, nuestro fiel Moro. Voy relajada, descansando sobre el pecho de Rafael. El me abraza.
No queremos detenernos en las postas que avistamos en el camino por temor a que algún espía de La Mazorca nos reconozca.
Nos detenemos en un bosque de cipreses y en un claro almorzamos lo que mi querida Tomasa nos alistó con esmero: pan, queso, panceta y duraznos jugosos. ¡Todo riquísimo!
Hasta me preparó una dulce sorpresa: un puñado de alfeñiques, mis caramelos preferidos.
De repente siento el cuerpo de Rafa aprisionándome. Deposita un reguero de besos en mi cuello y yo me estremezco. Dejo que continúe, sus caricias cada vez más insolentes, más invasivas. Gozo, me delito. Nos perdemos en una tormenta de pasión hasta que vencida me duermo saciada en sus brazos amorosos. Descansados, partimos al amanecer. 
Sábado
Llegamos a Dolores a media mañana. Nos recibe una llovizna persistente.
Pasamos delante de la capilla. Más tarde iremos a ver al párroco, el padre Fermín, amigo de la abuela de Rafael. .
El rancho que buscamos está lejós del pueblo. Al llegar salto de la montura y corro hacia la puerta. Está sin tranca. Abro las pequeñas ventanas y descubro un mobilario humilde cubierto de telarañas.
Caliento agua en una vasija abollada y preparo un delicioso té de menta.
Bebemos la infusión riéndonos sin motivo. ¡Somos tremendamente felices!...
Lourdes interrumpió por un instante la lectura, la nostalgia es tanta que la asfixia. "Tiempos de un amor que no volverá", se repitió consternada.
Con manos temblorosas vuelve a abrir el diario en el momento de su boda...
Sábado por la noche
Mientras Rafael ultima los detalles de la ceremonia con el padre Fermín, a mí me preocupa que lucir en la celebración. No es lo que soñé, pero eso es lo de menos. ¡Soy feliz! 
Con sorpresa encuentro dentro de mi bolso, envuelto en papel de seda, un bellísimo vestido de tul y encaje color crema. "Fue el regalo de cumpleaños de tu madre. Ella no pudo usarlo. Ahora es tuyo Lourdes". La esquela de la abuela Mercedes me sobrecoge, sé que mi madre estará junto a mí esta noche. 
El vestido me sienta a la perfección. 
Alguien golpea. Es Eulogia, la mujer agradable que conocí esta tarde en la sacristía de la iglesia. Prometió ayudarme en mi arreglo y ha cumplido.
Decido dejar mi cabello suelto. ¡Está terriblemente largo! Me llega hasta la cintura...
Eulogia tejió para mí una corona de margaritas. Y para completar mi atuendo me regala un ramo de anémonas y crisantemos blancos, destacándose en el centro una rosa malva.
Con una sonrisa me dice: "Las anémonas representan el amor eterno". Tiempo después descubrí que  y la rosa malva es el símbolo de las almas gemelas.
Tina, con sigilo, entró en la sala trayendo un mate para Lourdes.
_ Hace tanto frío que pensé que te vendría bien un matecito bien caliente _ le dijo con ternura _ ¿Qué estás leyendo querida? _ preguntó con curiosidad al notarla tan absorta en la lectura.
_ Mi diario, el día de mi boda...¡Ay Tina!, ¡qué feliz fui! _ se lamentó, su corazón herido _ Lo intenté, Tina, intenté atraelo nuevamente hacia mí, pero fracasé y...y ¡no lo soporto! _ no pudo mantener su juramento y se deshizo en lágrimas amargas.
_ Mi querida niña _ Tina se arrodilló junto a ella y la abrazó _ no desesperes. Estoy segura que la Virgen Santa escuchará nuestras plegarias y muy pronto Rafael nos recordará. Recordará el amor profundo que se han tenido. Tengamos fe _ la besó en la frente con cariño maternal y la animó a tomar el mate que le ofrecía.
_ ¿Y los niños? No quiero que me vean llorar _ se preocupó, no deseaba entristecerlos.
_ En la cocina con doña Mercedes. Tomasa les preparó pastelitos de membrillo y los están disfrutando _ se rió logrando arrancar una sonrisa a Lourdes.
Al quedar nuevamente sola buscó la página que regocijaba su corazón.
Después de amarnos con frenesí corremos desnudos, protegidos por las sombras de la noche hasta la laguna que se esconde entre un tupido follaje detrás del rancho. Nos sumergimos en las aguas frías, pero nuestra pasión las entibia. Nos tocamos con apetito memorizando cada parte de nuestros cuerpos.
Rafael me susurra : "Te amo con cada frágil aliento, con cada sonrisa y con cada lágrima de mi ser. Y si Dios lo desea, tras la muerte te amaré aún más"...
_ ¡Mamita!, ¡mamita! _ Alba entró corriendo y llamándola a los gritos. Su aspecto dejaba mucho que desear: las trenzas deshechas, el encantador vestido de poplin celeste manchado de barro al igual que sus primorosas botitas de cuero. ¡Un verdadero desastre!
Al verla dejó a un lado el diario y la abrazó sin importarle lo sucia que estaba su niña. "El no me recuerda, pero aquí están nuestros hijos, testimonios de nuestro amor", pensó conmocionada.
La niña se apartó de su madre y hurgó preocupada en su rostro.
_ Mamita, otra vez llorando...¿por qué? _ se acercó y le acarició el rostro con el ceño fruncido.
_ No lloro tesoro, sólo estoy resfriada. Pero...¿qué te pasó?, ¿te caíste?, y Miguelito, ¿dónde está? _ Lourdes comenzó a examinar a su hija temiendo que estuviera lastimada.
_ Me trepé al naranjo y me caí _ Alba comenzó a lloriquear.
_ ¡Alba, cuántas veces te dije que no te trepes a los árboles! ¡Es peligroso! _ se enfadó Lourdes _ ¿Y por qué lo hiciste?
_ Para devolver a su nido al pajarito _ respondió con inocencia _ Pensé que la mamá estaría muy triste...No me regañes mamita, no me gusta que las mamás estén tristes, además sólo me raspé apenas las rodillas _ los pucheritos de la niña enternecieron a Lourdes. La sentó en su regazo mientras la colmaba de besos.
_ ¡Mamita!, me haces cosquillas _ se quejó entre risas.
_ ¿Y Miguelito?, ¿dónde estaba cuando tú trepabas al árbol? _ se inquietó. El nunca dejaba sola a su hermanita.
_ Estaba en la cocina con Lola y el señor Bautista. A Miguelito le gusta mucho conversar con el señor Bautista, pero yo me aburro...
_ ¿El señor Bautista está en casa?, ¿ahora? _ el corazón le comenzó a latir con fuerza.
_ Sí, mamita, en la cocina tomando mate y comiendo torta frita y hablando de caballeros y dragones. Los dragones echan fuego por la boca. Me asustan los dragones por eso los dejé y fui solita al jardín con "Canela" _ Alba se refería a su perrita, compañera de juegos y travesuras _ Ella fue la que encontró al pajarito entre las hojas secas.
_ ¡Vamos Alba! Quiero hablar con el doctor Imanol _ la tomó de la mano y juntas se dirigieron a la cocina, a pesar de las protestas de la niña.
"No estoy dispuesta a esperar más. No me interesa la opinión del doctor Imanol, creo que es torpe y descabellada. Tiene razón el tío Lorenzo. ¿Qué mal puede hacerle a Rafael reencontrarse con su familia? Yo asumo toda responsabilidad de las posibles consecuencias. Esta misma tarde sabrá quién es en realidad. Basta de encubrimientos" _ decidió sin cavilar