Novelas en capítulos y cuentos cortos

domingo, 30 de julio de 2017

UN NUEVO AMANECER, Cap.33

"Así pues, refrenó las inclinaciones de su corazón,
 y no se permitió concesiones a la piedad.
 El siguiente sentimiento que se apoderó del alma
 fue una exquisita maldad".
Horace Walpole

Las manecillas del espléndido reloj Carrillón giraban desquiciadas mientras Imanol continuaba fumando plácidamente su cigarro. Un sabor dulce inundaba su paladar y hiel amarga, su corazón.
Amelia yacía tiesa sobre el silllón de la sala. "El tono morado de tu piel conjuga perfectamente con los colores de esta habitación. No, tu cadáver no desentona en absoluto con la decoración de esta sala", pensó maravillado por su buen gusto. "Es una pena que deba arrebatarte de este grandioso escenario. Mi laboratorio te aguarda ansioso. Por fin se abrirán ante mí las puertas secretas de los órganos femeninos. Es la primera vez que disecciono a una mujer y tú, Amelia, tendrás ese privilegio", entusiasmado se palmeó la pierna, abandonó el cigarro en el cenicero y con paso lento se acercó a la ventana que daba a la calle. Corrió las pesadas cortinas de terciopelo azul y se asomó con discresión. Nada.
"¿Dónde se habré metido ese negro badulaque? ¿Cómo puedo confiar en menudo coñazo? ¡Soy un imbécil!", se reprochó agitado. "Le especifiqué con claridad que se presentara con la carreta luego que el "sereno" diera la medianoche. ¡Esto me pasa por confiar en analfabetos y faltos de seso!", vociferó falto de cautela.
Lo tenía sin cuidado si lo escuchaban las dos negras que aún permanecían despiertas. "Algo sospechan, pero yo sabré callarlas, cianuro y cantarella tengo de sobra", y una sonrisa ladina se abrió camino en su apuesto rostro.
Las muchachas estaban alteradas. Los señores no cenaron y hacía horas que estaban encerrados en la sala de recepción. Por más que aguzaron el oído apoyándolo contra la puerta, sólo escucharon susurros incomprensibles. Luego de una larga espera, decidieron levantar la mesa que habían dispuesto para la cena. Ninguna se atrevía a golpear la puerta para solicitar alguna indicación. Comieron debatiendo la actitud diligente del patrón, siempre en voz baja. Nunca se había presentado en la cocina y menos aún para preparar un té para su hermana. ¡Muy extraño!Finalmente, agotadas de un día de trabajo pesado se encerraron en el dormitorio que compartían y que se encontraba al final del segundo patio, pegado al galpón donde se elaboraban las velas de cebo. Unos mates bien dulces las ayudaría a relajarse, decidieron exhaustas.
Imanol, iba por la segunda botella de brandy cuando el trote de caballos le aligeró el espíritu. "¡Por fin!", dejó la copa a medio llenar sobre el mármol de la mesa ratona y corrió al portón trasero.
_ ¡Negro inútil!, ¿por qué coño has tardado tanto? _ lo fustigó desencajado.
_ Perdón, patrón. Me pasó que una de las ruedas me se salió del eje y..._ intentó disculparse al tiempo que bajaba de un salto de la carreta y ataba los caballos a un árbol que crecía a la vera del camino.
_ ¡Calla, calla!, no tengo tiempo para gilipolleces. ¡Andando! _ Imanol empujó con fuerza a Tadeo provocando que el negro entrara a trompicones en el patio. El infeliz no protestó, bien conocía el castigo por quejarse. Al llegar a la puerta del comedor, no se atrevió a entrar.
_ ¿Qué esperas? ¡Entra maldita bestia!_ y de otro empujón lo hizo aterrizar de cabeza en el piso de madera. Tadeo tardó en incorporarse, su enorme panza le impedía moverse con agilidad.
_ Apura el paso negro holgazán. Aquí está el paquete que debes llevar a mi laboratorio _ dijo señalando el cadáver.
_ Pe-pe-pero esa,esa e´su hermana, patrón _ tartamudeó con sorpresa y horror.
_ ¿En serio? ¡No me digas!¡Sí, es mi hermana, ¿y a ti qué te importa? _ estalló desaforado_ Deja de papar moscas y ayúdame.
Entre los dos depositaron el cuerpo sobre la alfombra. Imanol la tomó de los brazos, ya algo rígidos, y Tadeo , de las piernas. Enrollaron la alfombra quedando Amelia atrapada dentro de ella.
Tadeo la cargó al hombro sin esfuerzo alguno. Su anatomía era impresionante.
_ ¡Listo! _ exclamó satisfecho Imanol.
Caminaron con rapidez. Adelante, Tadeo con el bulto y por detrás Imanol, silbando una tonada alegre.
Las negras, curiosas al escuchar los pasos presurosos, entornaron apenas la puerta del dormitorio y espiaron lo que sucedía en el exterior. Ahogaron un grito de escalofrío al ver a Tadeo moverse entre las sombras. Pensaron que era un ladrón, pero al ver que lo acompañaba su patrón se tranquilizaron y volvieron a la cama. Sin embargo, continuaron angustiadas porque un mal augurio flotaba en el ambiente.
Tadeo tiró sin contemplaciones a Amelia dentro de la carreta, se ubicó en el asiento y con un gesto de la cabeza se despidió de Imanol. El chasquido del látigo puso en marcha a la yunta de caballos, que obedientes trotaron por la calle empedrada hasta que la niebla de la noche, densa como el aliento de un ebrio, los engulló misteriosamente.
Imanol cerró el portón con presteza y regresó a la sala. Al pasar por la habitación de las sirvientas miró hacia el interior a través de un pequeño ventanuco. Todo oscuro, silencio absoluto.
_ Las zorras lo han visto todo y ahora fingen dormir. Más tarde me ocuparé de ellas, pero primero comeré algo, las tripas me aúllan desesperadas y luego...luego, comenzará la diversión.

Lourdes lloraba en brazos de Rafael. Mercedes caminaba frenética de una lado al otro del salón. Tina, sentada en un rincón, rezaba un rosario en voz baja. "¡Destino atroz!, me devolvió un hijo y me quitó un nieto", rumiaba entre Ave María y Ave María.
Lorenzo iba por el sexto cigarro. Fumar le abría la mente. Debía pensar con calma. ¿Dónde estaría Miguelito? ¿Quién fue el mal nacido que lo secuestró?, ¿y con qué propósito? ¿Dinero, quizá? "Y si fue ese loco, "El Búho", así había bautizado la prensa al perverso que violaba y mataba niños por ser esa un ave nocturna portadora de la muerte.
Lorenzo tembló al pensarlo, no de miedo, sino de furia e impotencia. El y Rafael habían recorrido prácticamente toda la ciudad empezando por la Plaza de la Victoria y la Recova. Preguntaron por Miguelito a todos los comerciantes del lugar y a las personas que transitaban por las calles.
_ ¿Ha visto a un niño de ocho años, de cabello castaño y ojos claros? La última vez que se lo vio fue entre el público que se divertía con el mono del organillero.
_ No, no lo he visto. Lo siento_ era siempre la misma respuesta, latiguillo funesto que los hundía en la desesperación.
Tomasa apareció con una fuente de panes con chicharrón. La seguía Lola, con los ojos en compota de tanto llorar, trayendo la pava y el mate. Enseguida se puso a cebar.
_ Coma alguito niña Lourdes, desde la mañana que no prueba bocado _ trató de convencerla la cocinera.
_ No, gracias Tomasa. No puedo comer, tengo un nudo en el estómago _ dijo y con un pañuelo se secó las lágrimas imposibles de frenar.
_ Un matecito tonce. Algo caliente le va hacer bien, niña _ insistió con ternura Tomasa.
Rafael tomó el mate que le ofrecía Lola y lo sostuvo entre sus manos mientras Lourdes aprisionaba con sus labios la bombilla.
La joven lo miró con los ojos brillosos y él le sonrió brindándole el ánimo que no tenía.
_ Y aura uno pa´usté, don Rafael _ Lola le sirvió otro mate escondiendo la mirada. Estaba sumamente avergonzada, por su culpa se había perdido el niño. "Nunca me lo vuá perdoná", se repetía acongojada.
_ ¿Alba? _ se alarmó Lourdes.
_ Duerme, mi amor. Mi madre la acostó hace rato _ la tranquilizó Rafael.
_ Tuve que leerle dos fábulas hasta que por fin cerró los ojitos _ agregó Tina interrumpiendo sus rezos.
_ ¿Preguntó por Miguelito? _  Lourdes trató de sofocar el llanto.
_ A cada rato, pero la tranquilicé diciéndole que el tío Lorenzo y Rafael lo traerían pronto de regreso _ le respondió tomándola de las manos. Las tenía frías y húmedas.
_ ¿La policía encontró algún rastro, algún indicio?...¡algo!, ¡maldita sea! _ se exasperó Mercedes, estaba harta de tanta espera infructuosa. Ella misma había inspeccionado cada rincón de los bulevares y arrabales porteños acompañada por Domingo, todo sin éxito _ ¿Esos ineptos recorrieron los barrios de los negros? ¡Seguramente ni se les habrá ocurrido! ¡Mierda! ¡Mierda! _ Mercedes estaba fuera de sí, ella que nunca se descontrolaba en las situaciones límites.
Y como si hubiera invocado al mismísimo demonio, la aldaba de la puerta resonó con potencia. Segundos después dos vigilantes de semblante sombrío se presentaron en la sala.
Lorenzo se apresuró a interrogarlos.
_ ¿Descubrieron algo?
_ Lamento decirles que muy poco _ dijo el mayor de ellos dueño un frondoso bigote oscuro.
_ ¿Cómo que muy poco? ¿¡Qué carajos están haciendo!? ¿Rascándose los huevos? _ los enfrentó  Rafael _ Mi hijo hace horas que está perdido y todavía ni una puta pista tienen. ¿Qué basofia de policía tenemos?
_ Don Rafael, entendemos sus nervios..._ comenzó a disculparse el otro vigilante, un joven delgado y de rostro chupado.
_ Una mierda su comprensión, les ordeno que encuentren a mi hijo _ les gritó con tanta furia que hizo retroceder unos pasos a los dos vigilantes anonadados por el ambiente caldeado que se vivía.
_ ¿Y qué es "eso poco" que averiguaron? _ los interpeló con igual furia Lorenzo. Las mujeres los observaban ansiosas, queriendo conocer las novedades.
_ Una mazamorrera nos dijo que vio a un niño con la misma descripción de Miguelito de la mano de un hombre bien vestido mientras aplaudían al organillero
_ ¿Un hombre? ¿Qué hombre? ¡Debemos encontrar a ese hombre Rafael! _ rogó desconsolada Lourdes.
_ Tenemos una pista, señora _ trató de calmarla el vigilante más jóven _  Recorriendo Monserrat llegamos a una fonda donde suelen reunirse los chasquis para comer algún guisito carrero y entonarse con una ginebra. El dueño se llama Nicanor Parras. El nos contó sobre un hombre que paró en el lugar varias veces a almorzar y parece que trabó relación con su peón, un niño de unos nueve años llamado Gorrión.
_ ¿Y eso que tiene que ver con mi hijo? _ chilló con impaciencia Lourdes.
_ Este hombre no encaja en ese lugar de borrachos, jinetes, viajeros y payadores. Según don Nicanor, es un caballero culto y bien vestido, muy generoso al momento de pagar. Lo raro de todo esto, es la relación que trabó con el chico. Parece que lo contrató para hacer un trabajo misterioso _ contó con lujo de detalles el vigilante de bigotes.
_ ¿Misterioso? _ preguntó intrigada Mercedes. Un mal presentimiento se despertó en ella, como una serpiente venenosa que se enrosca en el corazón y clava en él sus colmillos afilados.
_ Sí señora, misterioso porque por más que don Nicanor le insistió para que le contara, el muchachito se negó rotundamente. Una vez, picado por la curiosidad lo siguió, pero el muy pícaro logró despistarlo. No supo más de él hasta hoy. El pibe pensaba que estaba solo en la fonda, pero en realidad don Nicanor estaba en la pieza del fondo embotellando vino patero. Al escuchar hablar a alguien pensó que era un cliente, pero cuando estaba a punto de alcanzar el mostrador, se detuvo abruptamente al reconocer al hombre misterioso. Se quedó escondido detrás de la cortina escuchando. Así se enteró que el desconocido le daba unas cuantas monedas de plata a Gorrión y le mencionaba algo sobre unas llaves y un laboratorio. El oficial Saturnino cree que ese hombre está relacionado con el secuestro de Miguelito.
_ Y usted, ¿quién supone qué es este hombre enigmático? _ preguntó Rafael temiendo la respuesta, él también como Mercedes ya había llegado a una monstruosa conclusión.
_ Pensamos que podría ser "El Búho" _ respondió de un tirón el vigilante flacucho.
Lourdes sintió que la tierra se abría bajo sus pies. "¡Ay, Dios mío, no, no!Mi hijito, mi querido hijito!", gritó antes de desmayarse.
Tina y Mercedes la socorrieron.
Rafael corrió a su lado y la abrazó.
_ Lo encontraré mi amor, te juro que lo encontraré.
_ Y el niño, ese tal Gorrión, ¿dónde está? ¿Hablaron con él?, ¿qué les dijo? _ esgrimió Lorenzo, no había tiempo que perder.
_ También desapareció _ respondieron al unísono los dos vigilantes.
_ Y el Jefe de Policía, ¿qué opina de todo esto? ¿Qué plan tiene a partir de esta información? _ quiso saber Lorenzo _ Se debe redoblar las patrullas de vigilancia en la zona de Monserrat, debemos encontrar ese laboratorio.
_ Don Esteban está en su casa, hace tres días que no se presenta en la comisería. El pobre sufre de dolores de cabeza muy fuertes _  lo disculpó uno de los vigilantes.
_ Vigilante, en este momento no hay dolor de cabeza que valga _ aseveró el oficial Saturnino que en ese instante irrumpió en la sala _  Estamos en una etapa crucial, la presencia del Jefe es imprescindible para las próximas decisiones que deberán tomarse. Además su experiencia en la persecusión y captura de criminales es de gran valía, lo precede. Es un hombre de carácter que no se amilana ante nada. Repito, en este momento sus jaquecas pasan a segundo plano. No se preocupe don Lorenzo, ya mismo voy a buscar al Jefe. Doña Lourdes, confíe en nosotros, pronto volverá a abrazar a su hijito.
_ Si me permite, yo iré a buscar a don Esteban Salguero _ saltó Rafael soltando con delicadeza el cuerpo frágil de Lourdes _ Y de su casa iremos directamente a Monserrat _ determinó sin importarle la opinión policial.
_ ¡¿Esteban Salguero?! _ Mercedes y Lorenzo exclamaron turbados y sobresaltados ante la mirada desconcertada de los demás.